Capítulo 8 

Cuando Josefa despertó, ya habían pasado varios días. Bernardo estaba sentado al lado de su cama, luciendo una expresión sombría. 

-Tu celular acaba de recibir un mensaje de confirmación de un vuelo. ¿Adónde piensas 

ir? 

En ese instante, Josefa sintió una punzada de ironía. Allí estaba, después de haber estado al borde de la muerte por él, casi ahogada en aquella piscina, y él no mostraba ni un atisbo de culpa o preocupación. Solo quería saber a dónde planeaba ir. 

-No voy a ningún lado en especial, solo quería salir un rato -respondió, tratando de sonar casual, pero luego lo miró directamente a los ojos. ¿Vienes aquí para que confiese? No lo haré. Si ella vuelve a tocar mis cosas, volveré a golpearla. 

-¿Todo por un simple collar? -Bernardo frunció el ceño. Apenas terminó de hablar, vio cómo las lágrimas de Josefa comenzaban a correr por su rostro, y su voz se elevó con una intensidad que no pudo contener. 

-¡Claro que sí! ¡Es un regalo de la persona que más he querido, para mí es todo! 

Josefa ya no quería seguir fingiendo con él. Sorprendentemente, al escuchar esto, Bernardo se quedó helado. Luego, su expresión se suavizó un poco, y con cierta incomodidad, murmuró: 

-Ese collar lo compré sin pensar mucho. Si te gusta tanto, te compraré otro. 

Josefa se quedó atónita. Durante todos esos años, solo le había regalado un único presente: aquel collar. Y ahora, él pensaba que lo había confundido con otro cualquiera. 

-Josefa, solo te lo perdonaré esta vez. Julia es mi… amiga. Si la vuelves a tocar, no sé de lo que sería capaz. 

Tras decir esto, se levantó y se fue sin más. La enfermera, que entraba para cambiar el vendaje, pasó junto a él. Al verlo, susurró emocionada a su compañera. 

-Ese es el Sr. Borges, ¿verdad? El que alquiló todo un piso del hospital para cuidar a su novia. A pesar de que solo tenía unas marcas de golpes, insistió en que le hicieran un montón de exámenes. ¡Qué detalle! 

-Y no solo eso, dicen que él mismo le aplica el medicamento todos los días, le da de comer, la trata como si fuera un tesoro. 

Josefa escuchaba sus palabras como si fueran parte de la historia de otra persona. No le importaba lo que decían de ellos. Una vez que la enfermera terminó de cambiarle el vendaje, fue a gestionar su alta médica por su cuenta. 

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Capitulo 8 

En los días siguientes, Bernardo no regresó a casa. Sin embargo, Josefa estaba al tanto de sus movimientos gracias a los mensajes provocadores de Julia, quien le contaba cómo Bernardo la había llevado a ver el mar, a lanzar fuegos artificiales y hasta había rentado un parque de diversiones solo para ellos. 

Cada vez, Josefa leía los mensajes y luego los ignoraba, concentrándose en empacar sus cosas y revisar la información del hombre que recibió el corazón de Óscar. 

Ai llegar a Aguamar, comenzaría de nuevo. Estaría lista para regresar a los brazos de su “Oski“. 

El último día del periodo de reflexión para el divorcio, Josefa salió para recoger su certificado de divorcio. Al regresar, encontró a Bernardo sentado en el sofá de la sala. Al verla entrar, su ceño fruncido pareció relajarse un poco. 

-¿Dónde has estado? 

Josefa se sorprendió. Había pasado días acompañando a Julia, y ahora regresaba. 

-¿Tú aquí? ¿No estabas ocupado? 

-¿No lo recuerdas? -preguntó él, con una expresión que se tornó oscura al escuchar su 

respuesta. 

-¿Recordar qué? 

-Hoy es nuestro aniversario de bodas, tres años -dijo con un tono amargo, al ver que en serio lo había olvidado. Recordando los recientes eventos, logró contener su enojo-. 

Reservé un restaurante. Vamos a cenar juntos. 

Josefa pensó en rechazarlo, pero al recordar el certificado de divorcio en su bolso, asintió. Pronto se iría. Aprovecharía este momento para hablarle sobre el divorcio. 

Al llegar al restaurante, justo en la entrada, su celular sonó. Era un mensaje de Julia. 

[Hoy es su aniversario, ¿verdad? Justo planeo hablar con Bernardo y decirle que quiero estar con él. ¿Crees que después de eso te echarán de inmediato?] 

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