Capítulo 7
Josefa pronunció la palabra “verdaderamente” con un énfasis que hizo que a Julia le diera un vuelco el corazón, aunque se recompuso rápidamente y le sonrió.
-¿Y qué si lo sé? Claro que sé que Bernardo está enamorado de mí, pero no voy a aceptarlo. Voy a dejar que siga ilusionado, que me tenga siempre en su mente. Es divertido ver cómo alguien tan importante se convierte en un perrito faldero por mí. ¿Quién más podría lograr algo así?
-Pero también sé que todo lo que sube tiene que bajar, así que ya no quiero jugar más. Estoy pensando en aceptarlo. ¿Te imaginas? Si le digo que quiero estar con él, ¿crees que te dejaría de inmediato, como si fueras basura?
-Oh.
C
Las palabras llenas de provocación llegaron a los oídos de Josefa, pero no lograron alterarla en absoluto. Con un simple “oh“, se dispuso a pasar de largo, ignorando por completo a Julia.
El ser ignorada hizo que Julia se enfureciera y, levantando la mano, intentó detener a Josefa. Sin embargo, esta se movió tan rápido que Julia no alcanzó a detenerla, aunque logró arrancarle el collar del cuello. Con una mueca de desdén, lo miró por un instante antes de lanzarlo despreocupadamente.
-¿Qué porquería es esta?
El sonido chisporroteante captó la atención de Josefa. Al voltear, vio cómo el collar caía en el fuego de una parrilla al aire libre. Su expresión cambió radicalmente, con sus ojos abiertos de par en par y la mente en blanco.
Sin pensar, se lanzó hacia las llamas, ignorando el calor abrasador de las brasas, y metió la mano sin dudarlo.
-¡Señora!
El grito de una empleada resonó mientras intentaba detenerla, pero ya era demasiado tarde. Incluso Julia, presa del pánico, empezó a gritar:
-¡Estás loca! ¡Es solo un collar!
En medio del caos, Josefa finalmente logró sacar el collar del fuego, pero el colgante ya se había deformado por el calor, y el material brillante ahora estaba cubierto de una capa de ceniza negra, irreconocible.
Las lágrimas corrían por su rostro, pero Josefa no tenía ánimo para secarlas, llena de remordimiento y culpa. Ese collar era un regalo ‘de Óscar por su decimoctavo cumpleaños, y ahora estaba arruinado.
Con cuidado, guardó el collar dañado y se acercó a Julia, quien aún no reaccionaba,
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Capítulo 7
propinándole una sonora bofetada.
-¡Pah!
La bofetada resonó con fuerza, y al ver la incredulidad en los ojos de Julia, el enfado de Josefa no se apaciguó. Le dio otra bofetada, rápida y decidida.
Las dos bofetadas dejaron a Julia aturdida, llena de rabia y sorpresa, pero antes de que pudiera responder, Josefa la golpeó una vez más.
Después de tres bofetadas, Josefa todavía no estaba satisfecha y se preparaba para seguir cuando Bernardo apareció, empujándola con fuerza.
-¿Estás loca?
La voz de Bernardo resonó, llena de sorpresa y furia. Su corazón latía con fuerza mientras se apresuraba a ver cómo estaba Julia, sin darse cuenta de que Josefa, empujada por él, tropezaba y caía en la piscina detrás de ellos.
-¡Auxilio!
La piscina era profunda, y Josefa no sabía nadar. En medio del pánico, tragó agua, sintiendo su garganta y nariz arder con cada bocanada.
Desde la orilla, los gritos de las empleadas se escuchaban entrecortados:
-¡Señor, la señora no sabe nadar!
Al escuchar esto, Bernardo mostró una leve vacilación, pero finalmente endureció su corazón y, sin mirar atrás, se llevó a Julia en brazos.
-¡Nadie la ayude! Solo cuando reconozca su error podrá salir.
Dicho esto, se fue, dejando a Josefa luchando por mantenerse a flote. A pesar de todo, el pensamiento de Óscar le dio fuerzas. No podía morir allí, no sin haber conocido a la persona que recibió el corazón de Óscar.
Con su última pizca de energía, Josefa logró salir y, en cuanto llegó a un lugar seguro, se desmayó por completo.
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