Capítulo 3
Josefa se dio la vuelta en la cama, mirando hacia el otro lado. Bernardo observaba su figura encogida bajo la luz de la luna, sintiendo un extraño vacío en su corazón.
Esta era la primera vez que no sentía la dependencia total de Josefa hacia él. Aunque nunca le había gustado que ella se aferrara tanto, ahora que ella se alejaba, en lugar de
por dentro.- sentirse aliviado, se sentía inexplicablemente vacío
“Debe ser que simplemente me acostumbré a tenerla apoyada en mí, confiando completamente,” pensó, tratando de justificarse.
Al día siguiente, Josefa se levantó tarde. Al bajar después de arreglarse, se sorprendió al ver que Bernardo aún no se había ido. Sin poder evitarlo, preguntó:
-¿No vas a ir al hospital a acompañar a la señorita Soler hoy?
En otro momento, tal vez se hubiera sentido irritado por esa pregunta, pero esta vez se sintió aliviado.
-Julia es solo una amiga. Tuvo un accidente apenas regresó al país, así que por eso la he estado cuidando más. Pero ya salió del hospital -explicó Bernardo con una paciencia inusual, añadiendo-: No has dejado de decirme que quieres que te lleve a ver el atardecer. No he podido estar contigo estos días, así que, como compensación, te llevaré hoy.
-No hace falta -respondió Josefa, ya decidida a no seguir compartiendo momentos sin sentido con él, especialmente ahora que pensaban divorciarse. Sin embargo, Bernardo, convencido de su plan, hizo que trajeran el carro de inmediato.
Una vez en el carro, Josefa optó por no discutir más y se quedó en silencio durante el trayecto.
El carro se dirigió hacia las afueras y pronto llegaron a su destino. Apenas llegaron a la cima de la montaña, el celular de Bernardo sonó. Al responder, Josefa alcanzó a ver el nombre “Julia” en la pantalla.
Bernardo escuchó lo que le decían al otro lado de la línea y, tras colgar, solo le dijo una frase antes de volver a subir al carro:
-Vuelvo a buscarte en un rato,
Sin embargo, el “rato” se alargó. Josefa esperó hasta que el sol se ocultó por completo y el atardecer desapareció, pero él no regresó.
Sin poder encontrar un carro en la montaña y sin intención de llamarlo, decidió bajar caminando.
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Capítulo 3
La montaña era alta y la senda empinada. Aunque no era un camino de lodo, sus pies terminaron llenos de ampollas cuando llegó al pie de la montaña. Justo cuando iba a llamar a un carro para regresar a la villa, recibió un mensaje de uno de los amigos de
Bernardo:
[Hay una emergencia, ven a Club Polar.]
Los amigos de Bernardo siempre la habían menospreciado por ser la chica que se había esforzado tanto por casarse con él, y rara vez se contactaban con ella. Así que, al ver el mensaje, no dudó en tomar un carro hacia Club Polar, no porque le preocupara Bernardo, sino por temor a que algo pudiera complicar el divorcio.
Al llegar al Club Polar y encontrar el lugar señalado en el mensaje, al abrir la puerta se tropezó con una cuerda en el suelo. Cayó, golpeándose la cabeza contra una banca
cercana.
El dolor le nubló la vista, y al llevarse la mano a la cabeza, sintió algo húmedo y pegajoso. Dentro del cuarto, todos miraron su caída sin intención de ayudarla. Al contrario, cerraron la puerta tras ella y un balde de agua se volcó sobre su cabeza.
-¡Splash!
Una fría corriente de agua la empapó por completo.
-Miren su estado, ¿no se parece a un perro mojado? -se burló uno.
-Sí, Liam, tu descripción es perfecta -añadió otro.
Las risas llenaron la habitación, cargadas de desdén y burla.
El aire acondicionado estaba al máximo, y su ropa mojada se pegó a su piel. Un viento frío la hizo estremecerse, mientras las gotas que caían de su cabello nublaban su visión. Poco a poco, Josefa comprendió que todo era una broma de mal gusto, pero su expresión no cambió. Se limpió el rostro con indiferencia mientras las burlas continuaban.
Al ver su calma, algunos perdieron el interés, mientras otros intentaron avivar la situación mostrándole un video en un celular.
-Oye, venimos a decirte que la eterna enamorada de Bernardo ha vuelto -dijo alguien mientras le mostraban el contenido en la pantalla.
En el video, se veía a Bernardo en otro cuarto, agachado, masajeando con ternura el
tobillo de Julia.
-¿Lo ves? Bernardo organizó esta fiesta de bienvenida para Julia y por eso te dejó plantada. Ella solo se torció un poco el pie y Bernardo ya la llevó en brazos. ¿Alguna vez te trató así? Lo mejor es que te apartes y le dejes el camino libre, porque si te echan, la vergüenza será peor.
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Capitulo 3
Aunque seguían las provocaciones, Josefa se levantó con esfuerzo, ignorando el dolor en sus pies. Miró a todos con una calma profunda y respondió:
-Tranquilos, yo dejaré el camino libre, porque en realidad, yo tampoco lo quiero.
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