Capítulo 20
Debido a que se había atragantado, los ojos de Isaac estaban ligeramente enrojecidos, sus cejas bien formadas se fruncían apenas. Al ver que Josefa aún tenía lágrimas en los ojos, primero se quedó perplejo, pero enseguida sintió una profunda molestia.
¿No se supone que aún estaba enganchada con su exmarido? En la fiesta se habían abrazado con ansias, ¿y ahora venía a preocuparse por él? Además, ¿era tan terrible estar a su lado que hasta lloraba?
Josefa, por supuesto, no tenía idea de lo que pasaba por su mente. Al bajar las escaleras, lo primero que vio fue a Isaac descuidando su salud. Sabiendo que un paciente con enfermedad cardíaca congénita no debería beber, y que él había respetado esa regla durante veintisiete años, ¿por qué de repente había decidido beber?
¿Acaso era una especie de rebeldía tardía?
Isaac estaba molesto, pero Josefa lo estaba aún más. Con los labios apretados, al verlo intentar tomar más alcohol, se apresuró a interponerse entre él y la botella.
-Sr. Navarro, ya no es un niño.
Isaac, por alguna razón, tenía ganas de discutir con ella y replicó con sarcasmo:
¿Y tú quién eres para decirme qué hacer? Es mi cuerpo, yo decido.
-Soy su secretaria, Sr. Navarro, y también su admiradora. ¿Por qué no podría preocuparme? Además, ¿no es algo que usted mismo permitió?
La inusual situación era demasiado evidente. Incluso alguien tan despistado como ella se dio cuenta de su extraño comportamiento. Josefa suavizó su tono y añadió, mientras agitaba la copa de vino:
-Y, además, aunque me haya dicho que no me meta, ya lo he hecho muchas veces y una más no hará daño.
El borde de la copa tenía una marca de labios en rojo, y, de repente, Isaac se dio cuenta. Se le encendieron las orejas al pensar que acababan de beber del mismo lugar.
¿Eso contaba como un beso indirecto?
Al pensarlo, sus ojos se posaron en los labios de Josefa. Ella siempre elegía bien su labial. Quizás por su piel clara, los colores que otros considerarían difíciles le quedaban perfectos.
La mirada insistente de Isaac hizo que Josefa se sintiera incómoda. Tosió suavemente y desvió la vista, con una voz ligeramente nerviosa.
-Sr. Navarro, está borracho. Déjeme ayudarlo a llegar a su habitación.
No muy lejos, el asistente observaba la escena con asombro. Luego miró el video de
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Capitulo 20
vigilancia que acababa de recibir y se sintió indeciso.
¿Debería enviarle el video a Isaac?
Al ver que Isaac y Josefa salían del salón de eventos, el asistente decidió enviar el video a su correo electrónico y los siguió en silencio. Después de todo, cuando Isaac salía con Josefa, su principal tarea era vigilarla.
Con la reserva a nombre de Isaac, Josefa lo llevó a su habitación, lo limpió y le puso las pantuflas. Cuando él no mostró señales de moverse, suspiró resignada y le puso las pantuflas ella misma.
-¿Puede bañarse solo?
Preguntó con cautela, pero Isaac parecía haber olvidado que la excusa del alcohol era solo un pretexto para que ella se fuera. La miraba fijamente sin hablar.
Resignada, Josefa fue a preparar el baño, ajustando la temperatura del agua hasta dejarla perfecta.
Empujó a Isaac hacia el baño y, sin más preámbulos, se dio la vuelta para salir.
-Voy a buscar a Diego.
Al abrir la puerta, se encontró con Diego en el pasillo. Él sonrió incómodo.
-Josefa, ¿qué está pasando?
Ella, sin perder la compostura, se hizo a un lado en la puerta.
-El Sr. Navarro está borracho. Le preparé un baño y estaba a punto de buscar…
No pudo terminar la frase, pues una mano la sujetó de la muñeca y la arrastró de nuevo al interior de la habitación. La puerta se cerró con un golpe frente a Diego.
El asistente no pudo evitar ver el destello de temor en los ojos de Josefa al ser jalada. ¿Podía decir que, en realidad, su preocupación era por la integridad de Isaac?
Ahora, frotándose la nariz y fingiendo no haber visto nada, Diego se fue rápidamente.
Dentro de la suite, Josefa quedó atrapada contra la puerta, con la frente de Isaac apoyada en la suya. Sus respiraciones se mezclaban tan cerca que podía escuchar su suave aliento.
Los ojos de Isaac eran profundos, con una chispa de curiosidad, como si quisiera devorarla con la mirada.
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