Capítulo 4
Lo peor de todo era que el castillo de bloques que Rosalba había construido con tanto empeño ya estaba hecho pedazos. Cientos de piezas yacían esparcidas por todo el suelo, desparramadas como si hubiera pasado un tornado por ahí.
Mercedes todavía recordaba cómo, en su momento, ese castillo había hecho tan feliz a Rosalba durante varios días.-
Y ahora…
Sentía que la rabia le hervía en la sangre. Entró al cuarto y le gritó con fuerza a Leonel:
-¿Quién te dio permiso de entrar? Esta no es tu casa. ¿Es que nadie te enseñó a ser respetuoso cuando visitas la casa de otra persona?
Leonel, al oírla, ni se inmutó. En vez de eso, le sacó la lengua y hasta puso cara de
payaso.
-Fue papá Brayan quien me dejó entrar, ¡tú qué sabes! Al final, de todos modos, esta casa va a ser mía, así que ni te esfuerces… -y terminó la frase con esa sonrisita fastidiosa de los niños que saben que pueden salirse con la suya.
Mercedes no podía creer lo que escuchaba.
Jamás se le habría ocurrido que existiera un niño con tan poca educación.
Y además… ese “papá Brayan” tan pegajoso, como si fueran familia de toda la vida, y encima diciendo que la casa iba a ser suya…
¿Acaso Brayan pensaba igual que él?
A Mercedes le temblaban las manos, la rabia haciéndole un nudo en el pecho.
Pero, más allá de todo, ella seguía siendo la dueña de esa casa.
Y no iba a dejar que ese chiquillo hiciera lo que quisiera.
-¡Fuera! Aquí no te queremos.
Fue hacia él y, sin pensarlo dos veces, le tomó la mano para llevárselo afuera.
Leonel, al ver que Mercedes iba en serio, empezó a forcejear.
-¡Suéltame, no me voy…! ¿Por qué me quieres correr?
De inmediato, soltó el grito a todo pulmón.
-¡Sr. Brayan! ¡Sr. Brayan…!
Brayan, que estaba en su estudio, escuchó el alboroto y salió a ver qué pasaba.
Al verlos a ambos en plena pelea, frunció el ceño y preguntó con voz dura:
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Capítulo 4
-¿Qué está pasando aquí?
Mercedes no alcanzó a responder, porque Leonel se le adelantó, corriendo a esconderse detrás de Brayan, con voz suplicante:
-Sr. Brayan, esta señora no me deja jugar adentro, me quiere sacar.
El rostro de Brayan se endureció, y su mirada se volvió cortante.
-Mercedes, ¿cuántos años tienes? ¿De verdad te parece correcto hacerle esto a un niño
de tres años?
Mercedes apretó los dientes, tratando de contenerse.
-¿Por qué no vas y miras cómo dejó las cosas de Rosalba?
Brayan, con el ceño fruncido, fue a echar un vistazo.
El área de juegos parecía zona de desastre, completamente distinta a la limpieza de
costumbre.
Brayan arrugó la frente y, con tono serio, le habló al pequeño:
-Leonel, ahí sí te pasaste.
Leonel, con cara de angelito, contestó:
-Señor, no lo hice a propósito. Fue un accidente… Pero puedo volver a acomodar todo, así
que no se enoje ni me saque, ¿sí?
Su voz sonaba tan lastimera que hasta parecía otro niño frente a Brayan.
Brayan, de inmediato, se ablandó y le dijo a Mercedes, restándole importancia al asunto:
-Los niños suelen ser inquietos, es normal. Ya se disculpó, no hay razón para hacer un drama por esto.
Y luego, acariciando la cabeza de Leonel, añadió:
-No te preocupes por recoger, ahorita le digo a la señora que ayude.
Mercedes miró a Brayan con una mezcla de rabia y tristeza. Sentía como si le hubieran dado un golpe en el pecho, uno de esos que te dejan sin aire y con un vacío difícil de explicar.
No podía evitar sentirse decepcionada de él.
Mercedes cerró los ojos, conteniendo las ganas de llorar, y prefirió regresar a su cuarto para cuidar a su hija.
Cuando salió de nuevo, Brayan ya se había encargado de que el niño se fuera.
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Capitulo 5
Esa noche, Brayan no regresó a casa.