Capítulo 33
Al decir esto, soltó una carcajada llena de satisfacción.
Mercedes lo observó con esa actitud soberbia, pero su expresión apenas se alteró.
¿Rogarle a Brayan?
Por favor, si ya hasta dejó atrás a Brayan, ¿cómo iba a rebajarse con este tipo?
Sí, en el pasado habia cometido errores, entregó su amor a quien no lo merecía, como quien da de comer a un perro callejero.
Pero al menos le quedaba un poco de dignidad, supo cuándo detenerse antes de perderlo
todo.
Mercedes le lanzó una mirada llena de lástima.
-La verdad, sí, no te llego ni a los talones. Llegar al nivel de arrastrado que tienes tú, pocos lo logran. Sigue aferrándote a ese sueño ridículo, sigue defendiendo a ciegas y veamos cuándo Pamela te hace caso, si es que algún día te voltea a ver.
-Y otra cosa… No fue tu hermano quien me dejó. Fui yo la que se hartó de su mugre, ¿te quedó claro?
Después de soltarle ese comentario lleno de veneno, Mercedes no quiso perder un segundo más con él, tomó a Rosalba en brazos y se marchó sin mirar atrás.
Raúl, desde atrás, se quedó hecho bolas, sin entender nada.
-¿Qué chingados quieres decir, Mercedes?
¿“Fui yo la que se hartó de su mugre“?
¿Esta mujer de veras iba a dejar a su hermano?
No, eso era impensable.
Todos los que la conocían sabían que Mercedes estaba loca por Brayan, que por él era capaz de todo, que nunca en la vida lo soltaría.
Seguro que solo estaba fingiendo, haciéndose la digna.
Cuando Mercedes salió de la casa grande, se llevó a Rosalba directo a su propio departamento.
No dejó que la provocación de Raúl le arruinara el día.
Lo único que le pesaba era que el dije de jade que le había dado su abuelita se lo habían quitado, y eso sí le dolía en el alma.
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Capitulo 33
Pero no se arrepentía. Ese matrimonio tenía que terminar.
Solo… ¿cuándo volvería Brayan?
Mientras tanto, en La Perla del Pacífico.
En una cafetería de ambiente elegante y tranquilo, Pamela acababa de reunirse con un cliente y ahora estaba en su mesa, con la cara llena de desánimo.
Brayan fue por ella. Apenas entró, la vio con esa expresión derrotada y marchita.
Se acercó en unos pasos y se sentó a su lado, notando su preocupación.
-¿Qué pasa? ¿Salió mal la plática con el señor León?
Pamela tenía los ojos a punto de romper en llanto. Lo miró con tristeza, como si el mundo se le viniera encima. Movió los labios, queriendo decir algo, pero las palabras no
salieron.
Parecía tan indefensa que cualquiera se le ablandaba el corazón.
-¿Qué fue lo que pasó? -preguntó Brayan, arrugando la frente y con los nervios de punta. ¿El señor León se portó mal contigo?
Pamela negó con la cabeza. Cuando habló, su voz sonó ahogada y vulnerable.
-No… Fue mi culpa. Perdóname, Brayan. Te fallé. No pude retener al señor León.
-Ya fui a disculparme personalmente, pero insistió en que por culpa del Grupo Cruz, el sistema que entregamos tenía errores. Eso retrasó los equipos médicos que iban a recibir y por eso ya no quiere hacer negocios con nosotros.
-Yo… no sirvo para esto. Ni siquiera logré convencerlo, aunque le ofrecí compensar lo que perdió. No quiso ni escucharme…
Apenas terminó de hablar, las lágrimas empezaron a rodarle por la cara.
Brayan se quedó de piedra y enseguida intentó calmarla.
-No llores, Pamela…
Pero Pamela parecía estar rota, aunque trató de mostrarse fuerte y apretó los labios para no quebrarse.
-Brayan, ¿será que nunca debí aceptar este puesto? Cuando Mercedes estaba a cargo todo iba bien, nunca hubo problemas. En cuanto tomé el mando, los clientes empezaron
a irse.
-Siento que todos me ven mal, como si yo hubiera desplazado a Mercedes a la mala.
-¿Qué tal que… regreso y le pido perdón? Le devuelvo el puesto de directora, ¿sí? Si ella
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regresa, capaz que todo se arregla…
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