Capítulo 29
Tarde o temprano… ella terminará siendo inmune a cualquier daño.
A la mañana siguiente, después de desayunar, Mercedes acompañó como siempre a Rosalba en su rutina de rehabilitación.
De pronto, el celular empezó a sonar.
Mercedes pensó que por fin era Brayan devolviéndole la llamada. Al ver la pantalla, se dio cuenta que era su suegra, Estefanía.
No tenía muchas ganas de contestar.
Cada vez que Estefanía llamaba, nunca era por algo agradable.
Pero la señora insistió, marcando varias veces seguidas.
Mercedes frunció el ceño, pero al final contestó.
Al otro lado, la voz de Estefanía soltó de inmediato un reclamo molesto:
-¿Por qué apenas contestas el teléfono?
Mercedes respondió con un tono tranquilo:
-Estaba ocupada. ¿Se le ofrece algo?
La voz de Estefanía sonaba llena de fastidio y ni se molestó en disimularlo.
-Si ya no trabajas en la empresa, ¿en qué puedes estar ocupada?
De pronto, cambió el tono y ordenó:
-Ven ahora mismo a la casa grande. Tengo algo importante que tratar contigo.
Habían pasado tantas cosas en los últimos días que Mercedes se sentía agotada, y la sola idea de lidiar con los desplantes de Estefanía la cansaba aún más.
Ni siquiera se lo pensó y le contestó de inmediato:
-Tengo que cuidar a Rosalba. Si tiene algo que decirme, puede decírmelo por teléfono.
-Mercedes, cada vez te crees más importante, ¿eh? ¿Ahora ni yo puedo hacer que vengas cuando te llamo?
Estefanía no pudo ocultar su molestia ante la negativa.
Sin embargo, recordando el motivo de la llamada, se obligó a contenerse y agregó:
-Te estoy llamando para que vengas a resolver el asunto de la abuelita. Ella te quiso tanto en vida, ahora que ya no está, ¿vas a hacerte la desentendida?
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A Mercedes se le movió algo en el pecho.
¿Tenía que ver con la abuelita?
Eso sí que no podía rechazarlo.
Cuando la abuelita estaba en sus últimos días, ni siquiera en la cama del hospital podía dejar de preocuparse por ella y por Rosalba.
Si de verdad había algún encargo o deseo pendiente, no podía ignorarlo.
Después de todo… ese tipo de cariño, ella sabía que no volvería a sentirlo nunca más.
Mercedes cedió sin más:
-Entiendo, ahorita voy para allá.
Estefanía, finalmente satisfecha, colgó.
-Ya decía yo, solo mencionando a la abuelita se puede lograr algo.
A las diez de la mañana, Mercedes llegó puntual a la casa grande junto con Rosalba.
Nada más entrar, notó que sobre la mesa del vestíbulo había más de una docena de cajas de marcas de lujo.
Parecían regalos que alguien había enviado.
Algunos ya estaban abiertos: había bolsas de diseñador, ropa, zapatos, cremas y
artículos de cuidado personal.
A un lado, se veían corbatas, mancuernillas, broches para saco y hasta algunos frascos de jalea real…
Estefanía, con su aire de señora elegante, revisaba cada cosa con detenimiento.
Con una sonrisa en los labios, le decía a su esposo, Víctor Cruz:
-Ese muchacho sí que es atento. Todos estos regalos llegaron justo a lo que nos gusta.
Víctor también sonreía, asintiendo:
-Sí, se nota que puso esmero.
Mercedes vio que no se habían dado cuenta de su llegada. Llevando de la mano a Rosalba, se acercó y saludó:
-Papá, mamá.
Apenas oyeron la voz de Mercedes, las sonrisas desaparecieron de sus caras. Sus miradas se volvieron tan indiferentes como la de Brayan.
Estefanía no pudo evitar soltarle una indirecta:
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Capitulo 29
-Para que vinieras, tuve que llamarte mil veces. Qué difícil eres, ¿eh?
Mercedes ni se molestó en responder a su tono venenoso.
Ya estaba acostumbrada. Su suegra nunca le había dirigido una sonrisa sincera.
Antes, para ganarse un poco de su aprecio, Mercedes siempre trataba de caerle bien.
Pero solo conseguía que la trataran con desprecio.
Ahora, ni ganas tenía de esforzarse. Mejor fue al grano:
-Me dijo que era algo relacionado con la abuelita. ¿De qué se trata?
Estefanía tampoco tenía intención de ser cordial. Primero, le pidió a una empleada que llevara a Rosalba a comer algo.
Cuando ya estuvieron solas, le dijo a Mercedes:
-Estos días hemos estado organizando las cosas que dejó la abuelita. El párroco de la Iglesia de la Luz Divina nos dijo que si ponemos sus objetos personales cerca del altar durante tres años, eso protegerá a la familia Cruz para que siempre nos vaya bien.
Recuerdo que el amuleto de jade que ha estado en la familia por generaciones, la abuelita te lo confió a ti.
Ahora, pensando en el bien de la familia Cruz, necesitamos que nos lo devuelvas. Supongo… que no te vas a negar, ¿verdad?