Capítulo 22
Mercedes escuchó y, con gesto indiferente, lanzó una mirada rápida al niño.
Leonel parpadeó, su voz sonó tan inocente que hasta parecía imposible desconfiar de él.
-Señorita, ¿Rosalba ya se siente mejor? Hoy traje un montón de juguetes, quiero que Rosalba y yo seamos buenos amigos.
Mercedes lo observó fingiendo ser un niño obediente, lo que solo le provocó más rechazo. Si no fuera porque lo había visto con sus propios ojos comportarse de dos maneras distintas, habría caído en la trampa de su carita inocente.
Retiró la mirada y le contestó, sin molestarse en disimular su rechazo:
-No hace falta, Rosalba ni te conoce. A ella no le gusta jugar con extraños.
En el sofá, Brayan frunció el ceño de inmediato, su tono se volvió duro y con un dejo de
molestia.
-Mercedes, ¿tenías que hablar así? ¿No recuerdas que la doctora Guadalupe recomendó que Rosalba conviva con otros niños para su recuperación? Leonel vino especialmente para acompañarla. ¿Por qué le cortas la ilusión a un niño siendo adulta?
Al escuchar el reproche de Brayan, la mirada de Mercedes se ensombreció. Cada vez se sentía más decepcionada de ese hombre.
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En los días normales, nunca lo veía preocupado ni pendiente de Rosalba como padre. Ahora, de repente, le interesaba, pero seguro era solo por complacer al niño malcriado, no por preocuparse sinceramente por su hija.
Además, ese niño había destruido la zona de juegos de Rosalba la vez pasada. Ahora se hacía el bueno, pero quién sabe qué se traía entre manos…
Ella no iba a permitir que ese niño se acercara a Rosalba.
Mercedes, con la voz igual de seca, respondió:
-Rosalba ni siquiera ha desayunado. Ahora la voy a llevar a comer algo, no tenemos tiempo para juegos.
Leonel no se inmutó, su tono fue aún más obediente y dulce:
-No hay problema, señorita. Usted lleve a Rosalba a desayunar, yo puedo esperar.
Apenas terminó de decirlo, en sus ojos pasó una chispa traviesa, casi imperceptible.
Brayan no se dio cuenta, solo pensaba que Mercedes estaba siendo demasiado dura. Todo lo contrario, Leonel, siendo tan pequeño, parecía paciente y considerado.
De inmediato levantó la mano grande y cariñosa, le despeinó el cabello al niño mientras
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Capitulo 22
lo elogiaba:
-Leonel, sí que eres un niño comprensivo…
Mercedes, al ver esa diferencia en el trato, decidió ignorar por completo la escena. Mejor tomó a Rosalba de la mano y se la llevó al comedor, lejos de todo lo que le fastidiaba.
En ese momento, incluso agradeció que Rosalba tuviera autismo, porque su dificultad para captar emociones la mantenía ajena a lo que pasaba a su alrededor. La mayoría del tiempo, estaba sumergida en su propio mundo.
Si no fuera así, ver cómo su papá trataba mejor a otros que a ella la habría hecho sentir fatal.
El desayuno para Mercedes fue insípido, como si masticara cartón. Pero al menos erà la comida favorita de su hija.
La pequeña, sentada en su silla especial, tomaba sopa con su cucharita. De vez en cuando, tironeaba de la ropa de su mamá y, con voz suave y pausada, dijo:
-Mami… yo… no quiero… jugar con él…
Rosalba tenía autismo, sí, pero era lista y con buena memoria. Todavía recordaba cómo ese niño la había insultado antes.
Mercedes le acarició la cabeza, hablándole bajito:
-Está bien, no jugamos con él. Tú disfruta tu desayuno, que no hay prisa…
Pensó que si se tomaban todo el tiempo del mundo, tal vez el niño se aburriría y se iría
solo.
Sin embargo, la realidad le dio en la cara.
Después de media hora, cuando al fin salieron del comedor, el niño seguía allí, sin haberse movido ni un centímetro.
Leonel, al verlas, abrió grande los ojos y, con una sonrisa de oreja a oreja, sacó un montón de juguetes de su bolsa.
-¡Rosa, por fin terminaste! ¡Ven! Mira todo esto, le pregunté al señor qué te gustaba y compré justo eso, seguro te va a encantar…
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