Capítulo 2
El corazón de Mercedes se sintió helado por un momento mientras lo miraba.
Quería preguntar muchas cosas, pero al final se contuvo.
La abuelita siempre había sido tan buena con ella… Mercedes solo deseaba que la señora pudiera irse en paz.
Ese, desde luego, no era el lugar ni el momento para platicar.
Mercedes bajó la mirada, sin decir nada, y se llevó a Rosalba, alejándose hacia la sala de descanso para familiares, justo al costado del salón donde velaban a la abuelita.
Brayan, al notar que ella no respondía, frunció levemente el ceño, mostrando algo de desagrado.
Pero solo fue un instante. Luego le restó importancia y regresó a su sitio, parándose junto a Pamela.
Pamela tenía los ojos hinchados de tanto llorar, el dolor se le notaba en la cara, tan vulnerable que cualquiera habría sentido lástima.
Brayan le pasó su pañuelo, el mismo que siempre llevaba consigo.
Entre los dos se percibía un ambiente extraño, una dulzura fuera de lugar, casi incómoda por la situación.
Todos los presentes tenían la mirada puesta en ellos, así que nadie notó que un pequeño salió corriendo sigilosamente.
El niño, con curiosidad en la cara y pasós rápidos, se fue derecho a la sala de descanso…
Mercedes seguía abrazando a Rosalba, todavía envuelta en tristeza y ese vacío que deja la pérdida.
De repente, alguien irrumpió en la sala, empujando la puerta tan fuerte que se escuchó un -¡Pum!–
Rosalba dio un brinco, sobresaltada por el ruido.
Mercedes, por instinto, le acarició la espalda para calmarla y volteó a ver quién había entrado.
Era Leonel, el hijo de Pamela. Caminó con toda la seguridad del mundo y, al llegar, miró fijamente a Rosalba, analizándola de arriba abajo.
Después, sin filtro, soltó:
-Yo sé quién eres… Tú eres la hija de papá Brayan, ¿verdad? Escuché problemas en la cabeza, ¿es cierto?
que tienes
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Mercedes se quedó sin palabras, no esperaba escuchar algo así salir de la boca de un niño de apenas tres años.
Yademás…gle decia “papá Brayan“?
Rosalba, quien era autista y casi nunca hablaba, se quedó paralizada ante esa agresión que no supo cómo procesar.
Leonel, al ver que nadie respondía, insistió:
-¿Por qué no hablas? ¿Eres muda? ¿O eres mensa? ¿O tienes alguna enfermedad en la cabeza?
Una tras otra, las preguntas cayeron como piedras. Hasta que, de pronto, Leonel sonrió con aire triunfante:
–Con razón nadie quiere jugar contigo…
El color se le fue del rostro a Mercedes.
-Oye, tu…!–apenas iba a reclamar cuando Rosalba, al fin, reaccionó. Su pequeña voz salió temblorosa, llena de angustia y rabia contenida.
-No… No… no es cierto…
El grito de Rosalba, frágil pero desesperado, dejó clara su negativa, cargada de rechazo y
dolor.
-Rosalba! -Mercedes ya no pensó en nada más. Abrazó fuerte a su hija y con voz suave intentó tranquilizarla. Rosalba, mi amor, no le hagas caso a lo que digan, tú eres la niña más lista y buena de todas, mi cielo…
Pero Rosalba ya no escuchaba nada. La crisis la había absorbido por completo.
El alboroto llamó la atención de quienes estaban en la sala del velorio.
Algunos reporteros se acercaron de inmediato y, sin preguntar, apuntaron sus cámaras directo a Mercedes y las niñas.
Mercedes no se dio cuenta hasta que Brayan apareció frente a ella, con expresión de fastidio, imponente.
-Mercedes, ¿qué crees que estás haciendo? Ya te advertí que la cuides, ¡hazte cargo de
ella!
Mercedes, con el corazón destrozado y la voz temblorosa, respondió:
-¡Rosalba no lo hizo a propósito! Fue ese niño… él la insultó y la hizo enojar, por eso se puso así…
Brayan apretó la mandíbula y, con un tono seco, la interrumpió:
-Leonel acaba de regresar al país, hoy es la primera vez que ve a Rosalba. ¿Cómo va a
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insultarla con mala intención? No quieras evadir tu responsabilidad.
Su mirada estaba llena de desconfianza y desprecio hacia Mercedes.
En ese momento, llegaron los demás miembros de la familia Cruz.
Como había prensa presente, se contuvieron.
Pero Raúl Cruz, el hermano de Brayan, no tuvo reparos.
Siempre había detestado a Mercedes y, aprovechando la ocasión, lanzó su veneno:
-¡Ya ni la haces! Con tal de llamar la atención de mi hermano, te atreves a inventar cosas de un niño. Y aquí, en el funeral de la abuela… Qué vergüenza das. Si no quieres estar aquí, mejor lárgate.
Mercedes sintió cómo las miradas de toda la familia Cruz la atravesaban con desprecio. Por dentro, una mezcla de rabia y tristeza la ahogó.
-¡Que Rosalba se calme! Ya mero empieza la ceremonia para los familiares. No quiero más problemas, ¿entendido?
Brayan le lanzó otra advertencia, tajante.
Mercedes lo miró de frente y, con una media sonrisa irónica en los labios, replicó:
¿Alguien aquí me considera parte de la familia? ¿La familia Cruz me reconoce como la esposa de su nieto?
Hizo una pausa, y la tristeza le nubló la mirada.
-Seguro hay otras personas que encajan mejor aquí, ¿no?
Sin decir nada más, abrazó a Rosalba y salió del velorio.
Detrás de ella, el rostro de Brayan se tensó aún más, la furia y la impotencia reflejadas en sus ojos,
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