Capítulo 19
El rostro de Mercedes, que ya se veía pálido por el malestar, se quedó completamente sin color al ver lo que tenía delante.
Siempre supo que Brayan no la quería.
Pero ahora, todavía casados, aunque fuera a escondidas era doloroso, pero que lo hicieran tan descaradamente, abrazados y acaramelados delante de ella, ya era
demasiado.
Eso… era una humillación que no merecía.
Dentro del privado, nadie notó la presencia de Mercedes.
Solo Brayan la vio.
Parecía que no esperaba que Mercedes regresara justo en ese momento; durante un segundo, su expresión cambió apenas, pero enseguida recuperó la compostura.
No solo no apartó a Pamela, sino que le habló con voz cariñosa:
-¿Cómo te sientes? ¿Puedes mantenerte de pie?
Pamela, con la mano en la frente, respondió:
-Sí… sí puedo…
Aunque eso decía, en su cara era claro que andaba mareada, y su cuerpo tambaleaba ligeramente.
Luego, se lanzó directo a los brazos de Brayan.
Él ni siquiera se molestó, simplemente la sostuvo de los hombros con resignación, dejando ver que la consentía.
-Ya te pasaste de copas, mejor te llevo a casa.
Dicho esto, le alcanzó el bolso y el abrigo a Pamela, después se dirigió al grupo:
-Hasta aquí llegó la cena de hoy.
Todos, sin atreverse a decir nada, se levantaron enseguida y le siguieron la corriente:
-Claro, jefe, que les vaya bien.
Brayan asintió y salió del privado apoyando a Pamela.
Mercedes estaba parada justo en la puerta.
Al pasar junto a ella, Pamela se detuvo de repente y dijo en voz baja:
-Brayan, mejor me voy sola. ¿Por qué no llevas a Mercedes? Ella también tomó alcohol
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esta noche….
Fingía ser atenta, como si de verdad le preocupara Mercedes.
Brayan la miró apenas y contestó, sin vacilar.
-No hace falta, solo tomó una copa, no se va a emborrachar, puede volver sola…
En cambio tú, con ese estado, si te pasa algo, ¿cómo le explico a tu papá y a tu mamá?
Dicho esto, siguió caminando, llevándosela y dejando atrás a Mercedes.
En ese momento, Mercedes alcanzó a ver que Pamela, abrazada del brazo de Brayan, levantó la mirada y le dedicó una sonrisa burlona y triunfadora.
Como si estuviera celebrando la victoria.
¿Así de borracha estaba? Ni parecía.
Mercedes apretó los puños, pero no se interpuso.
Sabía de sobra que aunque tratara de detenerlos, no serviría de nada.
Al fin y al cabo, Brayan ya lo dijo: ella sola podía arreglarselas.
Ese hombre, siempre había sido igual con ella.
Recordó la vez que, por cuestiones de trabajo, terminó completamente borracha por culpa de un cliente.
Le había pedido a Brayan que fuera a buscarla.
Él solo mandó al chofer.
“Estoy ocupado con asuntos del trabajo”, le dijo.
Para él, su seguridad jamás fue importante. Siempre estuvo por debajo de cualquier cosa, incluso del trabajo.
Si aunque fuera un poco le importara, ¿le habría permitido a Pamela burlarse de ella de esa forma?
Mercedes intentó no dejarse llevar por la tristeza, fingir que nada le afectaba…
Al terminar la cena, el resto del grupo planeaba irse de fiesta a otro lado.
Mercedes rechazó la invitación. No tenía ánimos, así que agradeció y se fue.
Al salir del restaurante, se dio cuenta de que afuera caía un aguacero tremendo.
Como sabía que seguro tendría que tomar, esa noche ni siquiera llevó el auto.
A esa hora, la aplicación de taxis estaba saturada.
Delante de ella había más de cien personas esperando.
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Capítulo 19
Mercedes se quedó bajo el techo de la entrada, temblando por el viento helado de invierno. El estómago le dolía cada vez más.
Antes de salir, había ido al baño a vomitar. Ahora, todo el cuerpo le pesaba.
Y como si no fuera suficiente, un Rolls Royce conocido pasó justo frente a ella.
Las llantas levantaron un charco, salpicándola de agua. En el asiento trasero, alcanzó a distinguir la figura elegante de Brayan, con Pamela recostada en su hombro, acaramelados.
Mercedes sintió que la nariz le picaba, como si ya no pudiera aguantar más. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
Se agachó, con los dedos temblorosos, y buscó entre los contactos del celular.
Al final, solo pudo marcarle a su mejor amiga, Cecilia.
-Ceci, ¿puedes… venir por mí, por favor?
Cecilia, al escuchar su voz entrecortada, preguntó alarmada:
-Meche, ¿qué pasó? ¿Dónde estás? Ya voy para allá, dime.
Mercedes le pasó la dirección del restaurante.
Quince minutos después, un auto deportivo rojo se detuvo a toda velocidad frente al restaurante Casa de la Cocina.
Cecilia bajó y buscó con la mirada hasta que encontró a Mercedes, acurrucada junto a una columna, con los ojos rojos, luciendo débil y desamparada.
Cecilia se asustó al verla así, corrió y le agarró la mano.
-¡Meche! ¿Estás bien? Ay, tu mano está helada, y la ropa… ¿Quién te hizo esto? Dímelo, que voy y le pongo un alto.
Mercedes negó con la cabeza, sin ganas de hablar.
Solo se acercó y abrazó a Cecilia, buscando en ese abrazo la fuerza que sentía que le faltaba para no caerse.
Cecilia, al notar su tristeza, dejó de preguntar. Solo la abrazó y le palmeó la espalda:
-Ya, ya, aquí estoy… pase lo que pase, me tienes a mí. Vamos a casa, ¿sí? Mira cómo tienes la ropa mojada y el frío que hace. Te vas a enfermar.
Mercedes no opuso resistencia.
Cecilia la subió al auto y la llevó a su departamento, que no quedaba lejos.
Apenas entraron, Cecilia la apuró:
-Anda, métete a bañar con agua caliente, y después sécate el cabello. En el baño hay
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Capitulo 19
batas limpias. Yo te busco ropa.
Mercedes asintió y obedeció.
Al salir de la regadera, Cecilia ya le había preparado una taza de agua caliente con limón y
mucha azúcar.
-Ven a tomar esto, le puse suficiente azúcar, no está nada ácido.
Mercedes se la tomó sin protestar.
De verdad, sabía dulce. Ese pequeño gesto ayudó a suavizar la amargura que tenía en el pecho, y por un momento, se sintió un poco mejor.
Cecilia esperó a que terminara, y al dejar la taza, la miró con preocupación:
-Ahora sí, cuéntame, ¿qué fue lo que pasó?
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