Capítulo 11 

Mercedes no tenía cabeza para nada más; lo único que importaba era cómo estaba su 

hija. 

-Rosalba, ¿te lastimaste? -preguntó con urgencia, revisando con la mirada a la pequeña que tenía enfrente. 

La niña se quedó en shock, tardó varios segundos en reaccionar y, con una vocecita temblorosa, apenas murmuró: 

-Pa… pá… 

Mercedes pensó que su hija se había asustado y buscaba a Brayan. Un dolor punzante se le instaló en el pecho. 

Ese hombre jamás se preocupó por su hija. Quizá porque Rosalba tenía autismo y, para la familia Cruz, eso era motivo de vergüenza, algo que preferían esconder. Nadie en esa casa la quería de verdad, salvo la abuelita Teresa, que en paz descanse. Solo ella había 

amado de verdad a Rosalba. 

Sin embargo, en cuanto Rosalba estuvo en peligro, lo primero que hizo fue pensar en él… 

Si hubiera podido elegir, Mercedes no habría querido llamar a Brayan. Pero la niña seguía alterada, así que, al final, sacó su celular y marcó el número. 

Del otro lado, Brayan contestó de inmediato. Lo primero que dijo fue: 

-¿Por fin lo pensaste bien? 

Mercedes sintió que algo se le atoraba en la garganta. Ignoró el comentario y fue directo al grano: 

-Brayan, estoy afuera con Rosalba. Tuvimos un problema y ella quiere verte. ¿Puedes venir a recogerla? 

La voz de Brayan sonó irritada, dura como siempre: 

-Mercedes, estoy muy ocupado. No tengo tiempo para tus tonterías. No creas que usando a Rosalba vas a hacerme cambiar de opinión. Mañana temprano espero verte en la empresa para la entrega del trabajo. Si no regresas hoy, tú misma sabrás las 

consecuencias. 

Y colgó sin esperar respuesta. 

Mercedes se quedó escuchando el tono de llamada cortado, sintiendo cómo el frío le subía por las manos. Ni siquiera preguntó qué había pasado. Solo pensó que usaba a su hija para manipularlo. 

Guardó el celular, apretando los labios para tragarse esa pequeña esperanza que, por un segundo, se le había escapado del corazón. Abrazó a Rosalba, murmurando despacio: 

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Capitulo 

-Tranquila, mi amor. No tengas miedo. Aquí está mamá… contigo basta… 

Gracias a sus palabras y su abrazo, Rosalba empezó a calmarse poco a poco, acurrucada en sus brazos. 

Ya entrada la tarde, Mercedes no quiso quedarse más en ese lugar y se llevó a Rosalba de regreso a casa. 

Al día siguiente, temprano, Mercedes se presentó en el Grupo Cruz para entregar el trabajo, como había prometido. 

Al llegar al departamento de desarrollo, lo primero que vio fue a Pamela, sentada en su antiguo lugar. 

Pamela lucía impecable, vestida con un traje blanco elegante. Exudaba una elegancia discreta que la hacía ver como una flor de loto en medio del ajetreo. Mercedes no pudo evitar apretar el puño. 

Ella había entrado a ese departamento solo por Brayan, metiéndose en un área que ni siquiera era de su interés. Había invertido años de esfuerzo, desvelos y sacrificios. Nunca esperó que él lo valorara, pero tampoco pensó que terminaría echada así, sin miramientos. 

Y 

para colmo, ese hombre todavía quería que entregara todos sus logros como si nada. 

Mercedes cerró los ojos un instante. 

Ya qué… Lo que tuviera que ver con Brayan ya no le significaba nada. 

Con ese pensamiento, entró al laboratorio con paso firme. 

Pamela, al escuchar los tacones, levantó la mirada. Su rostro, que normalmente reflejaba calma y una amabilidad discreta, cambió de inmediato at verla. El gesto se le volvió distante, hasta arrogante. 

-¿Apenas llegas? ¿La señorita Mercedes no conoce el significado de puntualidad? 

Mercedes se sorprendió por su tono. Antes no se habían tratado mucho, pero la había visto de lejos y nunca se mostró así. Qué curioso… Resulta que también sabía fingir. Ahora entendía por qué ese niño tan insolente se comportaba igual: ya veía de dónde salía tanto teatro. 

Recuperó la compostura y contestó con la misma frialdad: 

-El horario de entrada es a las nueve. Son las ocho cincuenta y ocho. Yo sí sé llegar a tiempo. Si no puedes esperar, puedes irte. 

Pamela sonrió de lado, con una mueca burlona. 

-Brayan ya dijo que hoy me entregas la dirección de este laboratorio. No pensarás que, 

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Capitulo 11 

con esa actitud, me voy a ir, ¿verdad?