Capítulo 1
El día del funeral de la abuelita Cruz, Mercedes Ortega, como la nuera mayor de la familia, se suponía que debía estar junto a su esposo Brayan Cruz para rendirle homenaje. Sin embargo, el hombre ni siquiera volteó a verla a ella ni a su hija; estaba demasiado
ocupado atendiendo a su exnovia, como si en vez de un funeral estuvieran presentando una boda.
Ese día, el lugar estaba repleto de gente que venía a dar el pésame.
Había figuras importantes de la política y empresarios reconocidos, además de una multitud de reporteros y fotógrafos.
Los flashes no dejaban de parpadear, cegando a cualquiera que se acercara,
Mercedes apenas podía sostenerse, atrapada en un remolino de tristeza.
En vida, Teresa la había tratado con un cariño inmenso.
Cuando Mercedes estaba embarazada, Teresa le preparaba sopas cada día para fortalecerla.
Cada vez que caía enferma, Teresa la cuidaba con dedicación, preguntando por su salud y ofreciéndole consuelo.
Incluso cuando Rosalba, su hija, fue diagnosticada con autismo, Teresa nunca la
rechazó; al contrario, la colmaba de mimos y parecía empeñada en darle lo mejor del mundo.
Ahora que Teresa se había ido, el dolor desgarraba a Mercedes, las lágrimas le corrían sin freno.
Fue entonces cuando su suegra, Estefanía, la sacó de un empujón.
La hizo apartarse del grupo familiar y la mandó a la entrada, mirándola con desdén antes de soltarle:
-Solo encárgate de cuidar a Rosalba, para lo demás, ni te molestes.
Así fue como Mercedes terminó presenciando la escena a la distancia…
Brayan, de pie con la espalda recta al frente del altar, vestía un traje negro impecable y un abrigo de lana, irradiando una actitud tan distante que nadie se atrevía a acercarse. Su cara, siempre atractiva, no mostraba emoción alguna; apenas sus ojos, con ese brillo apagado, dejaban ver algo de tristeza.
Pero en cuanto llegó Pamela Silva, todo cambió.
Brayan acompañó a Pamela y a su hijo a presentar sus respetos a Teresa.
De repente, la mirada de Brayan, que antes era dura como el hielo, se suavizó con una
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ternura inesperada.
No muy lejos, algunos reporteros que no estaban al tanto comenzaron a murmurar en voz baja.
-¿Esa de ahí no será la famosa señora Cruz? Se ve perfecta junto al señor Brayan. Y el niño, qué simpático.
-Dicen que la señora Cruz casi nunca aparece en público. Se rumora que no es digna de esa familia, pero viéndolos así, más bien parece que la esconden en casa por puro amor. Mira cómo se miran… se nota que lo suyo es profundo.
-Toma más fotos, esto seguro se va directo a la portada. Es la familia perfecta, juntos los tres…
Las cámaras disparaban sin descanso.
Al poco rato, uno de los invitados de la alta sociedad se acercó y aclaró:
-Esa no es la señora Cruz. La verdadera está en la puerta.
-¿Cómo? ¿Entonces por qué ella no está junto al señor Brayan? ¿Y quién es la que está adentro?
-Dicen que es la exnovia de Brayan. Hace unos años se fue al extranjero y ahora regresó, hasta puso su propia empresa.
-Se comenta que la señora Cruz, aprovechando que la abuelita la quería, obligó a Brayan a casarse con ella y destruyó el noviazgo de los otros dos. Por eso, Pamela, la ex, terminó casándose con cualquier otro de pura tristeza.
-¿Así que la esposa actual es la intrusa? Por eso la tratan así y la mandan afuera…
Las miradas de desprecio y burla se dirigieron entonces todas a Mercedes.
Ella escuchó todo, pálida, pero sin ganas de defenderse.
Su matrimonio con Brayan sí había sido impulsado por Teresa.
Hace unos años, Brayan tuvo un accidente de auto y quedó con las piernas inmóviles, hundido en la desesperación.
Teresa, preocupada por su nieto, contrató a Mercedes para ayudarlo a recuperarse.
Mercedes se dedicó por completo a su sanación, dándole ánimos y apoyándolo hasta que salió adelante,
La noche en que Brayan se recuperó, la familia Cruz hizo una gran fiesta.
Él, borracho, la abrazó una y otra vez, repitiendo:
-Meche, Meche…
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Ella, ilusionada, se entregó a ese momento, pensando que por fin él la amaba.
Después, quedó embarazada, y por petición de Teresa, se casaron.
Ahora, con Rosalba de tres años, Mercedes se enteraba por primera vez de la existencia de una exnovia.
Pamela…
Sus pensamientos vagaban, pero era claro que los murmullos habían llegado hasta el
altar.
Brayan, con el ceño levemente arrugado, por fin se dignó a prestarle atención.
La vio, de pie junto a la puerta, haciendo todo por no romperse, y se acercó:
-Hoy hay muchos reporteros. Cuida bien a Rosalba, no quiero que en el funeral de la abuelita pase nada que cause problemas.
Sus palabras sonaban a advertencia tanto como a recordatorio.
Ni siquiera le importaban los comentarios de los demás; para él, que todos creyeran que su esposa era una intrusa parecía no tener el menor peso. Hasta esa mirada cálida que había mostrado antes, se volvió una muralla impenetrable, dura y distante.
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