Capítulo 21
La conversación terminó con la enigmática frase de Victoria. Poco después, recibieron la noticia de que debían volar rápidamente a otro país.
Simón y Victoria rechazaron la propuesta de Mercedes de pedir permiso en el trabajo para llevarlos al aeropuerto, diciéndole que mejor se concentrara en sus tareas.
Mercedes no pudo convencerlos, y solo pudo ver cómo se alejaban, sintiendo inevitablemente un poco de tristeza.
Desde pequeña, Mercedes sabía que tenía unos padres muy ocupados. Ellos siempre estaban viajando de un país a otro, y cada encuentro era igual: un breve momento juntos antes de que partieran nuevamente.
De regreso al laboratorio, Mercedes aún no había recuperado del todo su ánimo. Apenas se sentó en su lugar, apareció un dulce frente a ella.
Miró en la dirección de la mano que le ofrecía el dulce. ¿Quién más podía ser sino
Manolo?
Tomó el caramelo, lo desenvuelto y lo metió en su boca. El sabor dulce de la fresa explotó en su boca, disipando su tristeza.
Las separaciones son temporales, al igual que los reencuentros. Sus padres la amaban mucho, y aunque su trabajo era demandante, siempre trataban de sacar tiempo para estar con ella.
Unas horas, un día o una semana, cualquier momento valía la pena.
Ella sonrió y miró a Manolo, sus ojos brillaban como si contuvieran un universo de estrellas, dejándolo hipnotizado.
-Gracias por el dulce.
Su voz lo sacó de su trance. Al ver su sonrisa, rápidamente miró hacia adelante, soltando
unas palabras torpes como respuesta.
-No… no hay de qué, Merce, mientras te guste.
Aunque Manolo había girado la cabeza, Mercedes notó sus orejas enrojecidas, y aunque no entendía del todo su reacción, también se sonrojó un poco.
Era solo un dulce y un agradecimiento, ¿por qué reaccionaba así?
El progreso del experimento fue excelente, y cuando la tesis fue publicada, causó revuelo en línea.
Esa noche, el profesor Benito, muy contento, propuso llevar a todos a un restaurante chino para celebrar.
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Capitulo 21
Nadie se negó. En momentos de alegría, todos querían compartir la felicidad.
En el restaurante, cuando todos estaban reunidos, los platillos comenzaron a llegar. Había una variedad considerable para satisfacer todos los gustos.
Entre brindis y conversaciones, Benito quiso reconocer a los dos grandes contribuyentes, Manolo y Mercedes, pero al estar sentados más atrás no los vio de inmediato, y comenzó a hablar por su cuenta.
-¡Vamos a brindar por nuestros grandes contribuyentes, Manolo y Mercedes!
Cuando terminó de hablar, todos comenzaron a vitorear y a levantar sus copas. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que Manolo estaba quitando las cebollas del plato de Mercedes.
El bullicio aumentó, y aunque Mercedes rápidamente recuperó su plato, no pudo evitar las miradas curiosas de los demás.
-¡Siempre pensé que había algo raro entre ustedes dos! Siempre entran y salen juntos del laboratorio, y además se la pasan susurrando en los experimentos. ¿Hasta dónde ha llegado su relación?
-¡Sí, es cierto! También los he visto. Una vez Mercedes estaba tan cansada que se quedó dormida sobre la mesa, y Manolo le puso una chaqueta con tanto cuidado que cualquiera pensaría que estaba cuidando un tesoro.
Manolo se sonrojó intensamente, sintiéndose perdido ante las bromas de sus
compañeros. Finalmente, solo pudo mandarlos de regreso a sus asientos con un gesto.
-¡Vayan a comer! ¡No hay nada que tape sus bocas, ni siquiera la comida!
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