Capítulo 16
-Merce… lo siento, ¿puedes perdonarme?…
En su estado de confusión, Océano sintió que estaba alucinando. Creía ver a Mercedes.
-¿Eres tú, Merce?
La figura que apareció sonrió con timidez y calidez, extendiéndole la mano. -Soy yo, Océano, vine a llevarte a casa.
¿Casa? Sí, debía irse a casa con Merce.
Océano se levantó tambaleándose y comenzó a caminar hacia adelante, pero no avanzó mucho antes de tropezar con su propio pie izquierdo, cayendo de bruces al suelo.
Después de un momento de caos, un grupo de personas finalmente logró acomodar a Océano en un auto. Uno de ellos saludó a una mujer. -Consuelo, te dejamos a Océano.
Consuelo, mientras calmaba al inquieto Océano debido al alcohol, asintió con la cabeza. -No se preocupen, me aseguraré de llevar a Océano de vuelta a salvo.
Con su promesa, el grupo regresó a la sala. —¡Océano se fue, ahora sí a disfrutar!
En el auto, Océano frunció el ceño al escuchar su nombre. Se acercó al cuello de Consuelo, su aliento caliente rozando el lóbulo de su oreja, y murmuró con descontento. -Merce, antes siempre me llamabas Oce, sigue llamándome así, nada más.
Los ojos de Consuelo se oscurecieron un poco, pero continuó calmando a Océano con paciencia. Cuando lleguemos, te llamaré así, ¿de acuerdo?
Al escuchar su promesa, Océano se recostó satisfecho en el hombro de Consuelo y se quedó profundamente dormido.
En Sierra Plata, en el laboratorio.
Mercedes se enteró nuevamente de Océano cinco meses después.
Las noticias inundaban los medios: el presidente del Grupo Lozano, casado
apresuradamente con su primer amor por embarazo, había huido el día de la boda, dejando a la novia lidiando con el escándalo.
Cuando Mercedes escuchó la noticia, Manolo la miró instintivamente, pero ella no mostró ninguna reacción.
-¿Por qué me miras? -preguntó Mercedes.
Manolo se rascó la cabeza con torpeza y soltó una risita. -Pensé que te pondrías triste.
-¿Triste? ¿Por qué estaría triste? -Mercedes lo miraba confundida, viendo su sonrisa
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bobalicona, y añadió sin paciencia-. Además, si crees que estaría triste, ¿por qué te ries?
Con tres preguntas consecutivas, la sonrisa de Manolo se amplió aún más, pero no dijo una palabra más.
Aunque él no lo dijo, Mercedes pronto entendió la razón detrás de su comentario. Se sumergió nuevamente en los datos que estaba organizando.
-Lo nuestro ya es cosa del pasado. Si él espera un hijo, se casa o no, o incluso si huye de la boda, ya no tiene nada que ver conmigo. -Hizo una pausa y añadió-: Al menos ahora sé que es alguien irresponsable.
El aire del laboratorio se volvió silencioso de repente. Mercedes levantó la cabeza confundida y vio que todos los ojos estaban fijos en alguien detrás de ella. Océano había llegado, ni siquiera se había quitado el ramillete de novio.
Claramente, él había escuchado lo que Mercedes acababa de decir.
Mercedes no mostró ningún signo de incomodidad por haber sido descubierta hablando de él. Al verlo de pie con una expresión de derrota, desvió la mirada. Después de un rato, al ver que no se movía, le recordó:
-Sr. Océano, aunque usted es nuestro mayor inversionista, es mejor que no se quede mucho tiempo en el laboratorio, podría afectar los experimentos.
El tono formal y la falta de interés en mirarlo hicieron que el corazón de Océano doliera, pero antes de que ella lo echara nuevamente, habló:
-Merce, ¿podemos… hablar en privado?
Mercedes finalmente dejó los datos y salió con Océano.
Principalmente, porque las miradas curiosas en el laboratorio le hicieron sentir que si seguían allí, sus compañeros terminarían inventando una novela completa.
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