Capítulo 11
Océano había buscado por toda la casa, pero aparte del acta de divorcio, Mercedes no había dejado nada. Ni siquiera las fotos de su boda, de las cuales ella había recortado su
parte.
Sin embargo, él no entendia por qué ella había decidido irse de repente sin decir una palabra.
Al recordar los detalles, Océano se dio cuenta de que algo había cambiado en ella desde hacia un mes, desde aquella vez en que ella le había llamado incontables veces y él no habia contestado ni una sola.
Recordó aquel día en que ella le pidió que firmara unos documentos y cómo, después, aquellos documentos cayeron del cajón a sus pies, y ella los recogió rápidamente.
De pronto comprendió que probablemente esos papeles eran el acuerdo de divorcio.
-¿No te preocupa que estos documentos que firmas sin mirar te dejen en la ruina? —le había dicho ella.
¿En qué estaba pensando él en ese momento?
Océano se sentía un poco culpable, después de todo, durante el tiempo que estuvo ausente, había estado con Consuelo.
Por eso le dijo:
-Lo mío es tuyo. Y cuando tengamos un bebé, será de los dos.
Pero Océano sabía que Mercedes no era de ese tipo de personas. En el mejor de los casos, ella solo pediría algunos regalos costosos, nunca lo dejaría en bancarrota.
Él había acertado y, a la vez, se había equivocado.
Su patrimonio estaba intacto; lo único que faltaba era Mercedes.
Mercedes nunca pensó que Océano vendría a buscarla.
El laboratorio no permitía la entrada de extraños, así que él entró como patrocinador.
Cuando llegó, Mercedes estába junto a Manolo, discutiendo cómo resolver un problema reciente.
Al ser advertida por su profesor, levantó la vista y vio a Océano con una expresión seria.
Su corazón dio un vuelco, pero al recordar que ya no tenían relación, se reprendió por su debilidad.
-Dijo que quería verte. Al principio no quería aceptarlo, pero ofreció demasiado. En la
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primera inversión desembolsó cincuenta millones, y el dinero llegó inmediatamente después de firmar el contrato. Además, dijo que podría seguir invirtiendo si fuera necesario.
-Merce, la gente no gasta tanto dinero por nada. ¿Por qué no hablas con él?
Las palabras del profesor hicieron que Mercedes reconsiderara su negativa. Al final, al ver que él seguía esperando en la puerta sin irse, se quitó los guantes y salió.
Al encontrarse nuevamente con Océano, se dio cuenta de que él había cambiado mucho
en esos dos meses. Su barba estaba descuidada y tenía ojeras profundas, como si hubiera envejecido diez años.
Ella permaneció en silencio frente a él, sin decir una palabra de saludo, pero Océano rompió el silencio mirando su vientre plano:
-¿¿Ni siquiera quieres a nuestro hijo? ¿Estás tan decidida a dejarme, sin darme siquiera una oportunidad?
Su voz, inesperadamente, tenía un tono quebrado. Pero al escuchar su pregunta, Mercedes mostró una expresión de confusión que no parecía fingida.
-Pensé que el divorcio sería lo mejor para ambos.
Su tono era tan calmado, como si estuviera hablando de qué comerían ese día, que Océano no podía creerlo.
-¿Cómo puede ser lo mejor para ambos? Merce, sé que te he descuidado últimamente. Cambiaré, te lo prometo. No me dejes, por favor.
Mercedes vio el brillo en sus ojos y sintió una mezcla de sentimientos.
Ella había creído que Océano la amaba, pero tras tres años de matrimonio, él seguía añorando a su primer amor perdido. Incluso se había casado con ella porque tenía cierto parecido con Consuelo.
Por eso, él siempre encontraba excusas para ir a Santa Elena a verla. Incluso rechazó sus llamadas para ver el amanecer con Consuelo, sin saber que Mercedes había tenido un accidente automovilístico y había perdido al bebé.
Y ahora, él pensaba que ella había sido quien había rechazado a su hijo.
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