Capítulo 10
Al llegar al aeropuerto, Manolo ya había estado esperando un buen rato. Cuando la vio, le regaló una sonrisa enorme.
-¡Merce, aquí!
Mercedes divisó a Manolo en la sala de espera, agitaba su mano con entusiasmo. Se apresuró a acercarse.
-¿Has estado esperando mucho?
-No, para nada -negó con la cabeza mientras tomaba su equipaje para proceder con el registro. ¿De verdad lo has decidido?
No es que Manolo dudara de Mercedes, pero estaba un poco preocupado. Había vivido tanto tiempo bajo las decisiones de su familia que ahora, al romper con todo, temía que le costara adaptarse.
Para sorpresa de él, ella sacó de su bolso el certificado de divorcio que acababa de obtener, asintiendo con firmeza.
-Tranquilo, cuando tomo una decisión, no me echo para atrás.
-Entonces, ¡vamos!
Los dos caminaron juntos, esta vez, nadie se quedaba atrás.
Océano regresó a casa ya entrada la noche. La casa, que solía tener una luz esperándolo, estaba completamente oscura, no se veía nada.
-Merce… ¿Merce?
La llamó un par de veces, pero no obtuvo respuesta. Le pareció extraño.
-¿Ya estará dormida?
Encendió la luz tanteando en la oscuridad. La casa vacía le resultaba incómoda. Pensó que en unos días la llevaría de compras para llenar el espacio con cosas nuevas.
Recordó el mensaje que Mercedes le había enviado al mediodía. Se dirigió a la sala, pensando en que ya tenía cuatro meses de embarazo y aún no se le notaba. Necesitaba alimentarse bien.
En la sala no encontró el ultrasonido que esperaba, solo un documento.
Intrigado, lo recogió y al ver las palabras “certificado de divorcio” en grandes letras, sintió que su corazón se detuvo un instante.
-Vaya, qué traviesa, tratando de asustarme con estas cosas tan bien hechas.
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Capitulo 10
Aunque lo decía en broma, la mano que sostenía el certificado temblaba ligeramente. Subió rápidamente las escaleras hasta llegar a la puerta del dormitorio principal, pero se detuvo antes de entrar. Su mano en el pomo de la puerta, podía escuchar su propio corazón latiendo con fuerza, demasiado asustado para abrirla.
El miedo lo invadía. Temía que al abrir la puerta, tendría que enfrentar una verdad de la que no podía escapar.
-¿Cómo podría ser?
Mercedes se había casado con él a los veinte años, y a los veintitrés, ya estaba embarazada de su hijo. ¿Cómo podría simplemente dejarlo?
Además, nunca firmó un acuerdo de divorcio ni asistió a ningún trámite, así que este certificado debía ser falso.
Océano tomó aire profundamente y abrió la puerta.
El cuarto estaba impecable, pero Mercedes no estaba allí. En tres años de matrimonio, Mercedes nunca había pasado la noche fuera sin avisar. El certificado de divorcio cayó al suelo con un “plop“, pero él no le prestó atención. Se dirigió al armario para comprobarlo, pero sus manos temblaban tanto que no pudo abrirlo.
Con esfuerzo, volvió a intentarlo. Al abrir el armario, donde antes estaban sus ropas juntas, solo quedaban sus camisas y trajes. No había ni rastro de la ropa de Mercedes.
Sintió como su temperatura corporal descendía, un frío que lo hizo temblar. Ni siquiera pudo marcar su número en el celular para llamarla.
Finalmente, el tono de llamada comenzó a sonar.
Pero no escuchó la voz familiar de Mercedes, sino la voz mecánica e impersonal de una operadora.
-Lo sentimos, el usuario al que llama no está disponible…
Océano se tambaleó al recoger el certificado de divorcio que había caído en la puerta. Lo abrió y vio la foto individual con el sello oficial, y el número de registro claramente visible. Sus ojos se llenaron de lágrimas. No quería creerlo, pero no podía negarlo más.
El certificado de divorcio era real.
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