Capítulo 9
En el hospital, Felisa yacía en la cama, su tez pálida como el papel, los labios sin color y los ojos cerrados, con el ceño fruncido como si estuviera en medio de un dolor
interminable.
Gonzalo y Vanesa daban vueltas con impaciencia, mientras Sergio intentaba contactar a Raquel por teléfono, pero solo recibía el frío mensaje de que el teléfono estaba apagado.
Ciro, apartado, tenía una expresión sombría. Sacó su celular y marcó un número, diciendo con voz firme: -Consígueme a alguien con sangre RH negativa, tráelo al hospital de inmediato, no importa el costo.
Colgó y se acercó a la cama de Felisa, con la preocupación reflejada en sus ojos. Después del proceso de donación de sangre, el color comenzó a volver al rostro de Felisa, y Gonzalo, Vanesa y Sergio suspiraron aliviados.
Ciro, sin embargo, seguía con el ceño fruncido. -Felisa, descansa bien. Voy a ver cómo está Raquel.
Ciro se apresuró a volver a la casa de la familia Lacayo y, al entrar, sintió una extraña quietud. En la sala, encontró un documento de renuncia a la relación filial y una reliquia familiar sobre la mesa, lo que le hizo palidecer.
Tomó el documento, con la firma de Raquel, y sus manos temblaron ligeramente. Gonzalo, Vanesa y Sergio llegaron poco después, y al ver los objetos, quedaron atónitos.
Vanesa fue la primera en reaccionar, rompiendo el documento en pedazos. -¡Esa chica desagradecida, ¿cómo se atreve?!
Gonzalo también se veía muy contrariado. Seguramente está actuando por despecho. ¿Romper con la familia Lacayo y cancelar el compromiso con los Gómez? Es solo una niña. Ya veremos, no pasará mucho antes de que regresé con el rabo entre las piernas.
Sergio soltó un bufido. -Claro, solo quiere llamar la atención. Está pidiendo a gritos una lección.
-Dejémoslo, volvamos al hospital con Felisa. Raquel escogió el peor momento para hacer un berrinche. Si algo le pasa a Felisa, no se lo perdonaré.
Dicho esto, la familia Lacayo salió dando un portazo. Solo Ciro se quedó atrás, aferrando la reliquia familiar, con una inquietud creciente.
¿Raquel realmente estaba actuando por despecho? ¿Volvería en unos días?
Sí, se dijo a sí mismo repetidamente. No habían celebrado la boda, y ella lo amaba. Seguro volvería. Guardó el collar en su bolsillo y salió rápidamente.
La familia Lacayo y Ciro regresaron apresuradamente al hospital, caminando hacia la habitación de Felisa con el corazón en un puño. Al llegar, escucharon la voz suave de
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Capitulo 9
Felisa, hablando por teléfono.
-Esta vez, fingir que me caía de la montaña me agotó. He hecho todo lo posible para alejar a Raquel. Durante años he fingido desmayos o caídas por las escaleras. La última vez, incluso fingi confundir el acelerador con el freno, y aun así ella no se fue.
-Por suerte, todo ha terminado. Raquel se ha ido, y ya no tengo que actuar como la débil. Las palabras cayeron como un rayo sobre los presentes, dejándolos paralizados por el asombro. ¿Cómo podía Felisa haber hecho algo así?
Gonzalo, Vanesa y Sergio entraron en la habitación, sus rostros endurecidos por la ira.
Felisa, al verlos, se puso pálida y dejó caer el teléfono al suelo.
-Felisa, ¿por qué lo hiciste? -preguntó Vanesa, con la voz temblorosa y los ojos llenos de incredulidad.
Felisa se lanzó hacia ellos, lágrimas surgiendo sin cesar. -Papá, mamá, hermano, lo siento. Solo tenía miedo de perder su amor.
-Ustedes solo tenían una hija, una hermana, y luego nació Raquel. Tenía miedo de que me quitaran su cariño.
Gonzalo y Vanesa la reprendieron con dureza.
-Raquel nació por ti, ¿cómo podríamos quererla más que a ti? -dijo Gonzalo-. Siempre te hemos querido igual, ¿cómo no lo viste? ¿Por qué hacer estas cosas?
Sergio, claramente molesto, también intervino. La última vez que tuviste el accidente, pensé que había sido un error. Raquel estaba cubierta de sangre, y yo solo pensaba en consolarte. ¿Ahora me dices que fue a propósito? Felisa, ¡me has decepcionado tanto!
Ante la ira de sus padres y su hermano, Felisa rápidamente se aferró a ellos, llorando.
-Prometo que esta es la última vez.
-Sé que los decepcioné, pero ustedes siempre me han querido. ¿Me perdonarán?
-Papá, mamá, cuando no pueden dormir o tienen dolores de cabeza, yo siempre preparo las esencias para ustedes. Hermano, durante el terremoto, fui yo quien te sacó de los escombros.
Sergio mostró un atisbo de dúda, y Gonzalo y Vanesa también parecían dudar.
Felisa miró a Ciro con una expresión de tristeza. Tío, tú me quieres, ¿verdad? Cuando bailé en el jardín, te enamoraste de mí. Raquel solo nació para darme sangre. Sé que fue injusto hacerla donar tantas veces, pero no soportaba que me quitara su amor,
Ciro frunció el ceño, sus emociones en conflicto. Siempre había pensado que Felisa era un alma pura, pero ahora descubría un lado oscuro en ella.
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En ese momento, la ama de llaves, que había estado en silencio, dio un paso adelante y se arrodilló, llorando.
-Señor, señora, señor Sergio, señor Gómez, no puedo callar más. Debo decir la verdad.