Capítulo 3
En su vida pasada, Felisa siempre usaba ese pretexto para retrasar el compromiso año tras año. Mientras ella no diera su brazo a torcer, Ciro jamás la llevaría al altar.
Raquel reflexionó sobre esto y dejó escapar una risa amarga.-
-Está bien, lo que sea, me da igual.
Al fin y al cabo, sabían que nunca llegarían a casarse. Tras dejar los cubiertos sobre la mesa, se levantó.
-Ya terminé.
Sin mirar atrás, subió las escaleras. Ciro observó su figura que se alejaba con determinación, y por primera vez sintió que ella había cambiado. No podía precisar qué era lo diferente, pero algo en ella ya no era igual.
Con la boda pospuesta indefinidamente, no había necesidad de planear nada. Ciro tenía tiempo de sobra para acompañar a Felisa en sus viajes. Felisa invitó a Gonzalo, Vanesa y Sergio, pero no a Raquel, excusándose con que necesitaba descansar después de donar
sangre.
Claro, ellos eran la familia, disfrutando de su tiempo juntos. Si ella iba, solo se convertiría en un estorbo, así que ¿para qué amargarse?
Felisa, ansiosa por compartir la “felicidad” del viaje, le enviaba a Raquel fotos de cada lugar que visitaban.
“Raquel, es una lástima que no puedas venir. ¡Es precioso aquí!“, decía un mensaje.
“Papá y mamá dicen que si me gusta, podemos comprar una casa aquí para venir cuando queramos“, decía otro.
“Raquel, mi hermano dice que siempre me acompañará a donde quiera que vaya“, insistía Felisa.
“Mi tío me dio un regalo impresionante aquí. ¿Quieres saber qué es?“.
Raquel, cansada de las fotos, las eliminó y apagó su celular. Comenzó a empacar, consciente de que solo necesitaba resistir un poco más para liberarse completamente.
En ese momento, un ruido extraño la alertó desde el piso de abajo. Se detuvo, recordando un momento similar de su vida pasada: un ladrón había irrumpido, robado joyas valiosas y destruido todas sus obras de arte.
El peligro la sacudió. Sabía que el dinero no era importante, pero sus obras eran fruto de su alma.
Rápidamente, guardó sus obras de arte, llamó a la policía y se armó con un cuchillo mientras se escondía tras la puerta. Gracias a su experiencia previa, esta vez pudo
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Capitulo 3.
ayudar a la policía a capturar al delincuente.
Sin embargo, el enfrentamiento no fue sencillo. Aunque sabía los movimientos del ladrón, la diferencia de fuerzas era abrumadora. Terminó con varias heridas y cayó por las escaleras; su cara estaba cubierta de sangre.
Cuando los Lacayo y Ciro regresaron, solo vieron a las patrullas alejándose y a Raquel en el sofá, rodeada de un caos total.
Gonzalo y Vanesa estaban atónitos, su voz temblaba.
-¿Tú… tú lo atrapaste sola?
-¿Por qué no nos llamaste? Estos ladrones son peligrosos. ¿Acaso no te importa tu vida?
Incluso Sergio, siempre indiferente, parecía sorprendido.
-Exacto, ¿por qué no avisaste a la familia? ¿Nos quieres hacer ver como si te ignoramos?
Raquel estaba exhausta, sin fuerzas para hablar. Sentada en el sofá, su mano aún temblaba después de haber sostenido el cuchillo.
Ciro, al notar su estado, se acercó preocupado.
-Raquel, ¿estás herida? ¿Debemos ir al hospital?
-Eres muy tonta, ¿por qué no nos avisaste?
Raquel retiró su mano de las de él con esfuerzo y replicó con un dejo de cansancio:
-¿Avisarles para qué? ¿Acaso habrían vuelto por mí?
Sus palabras dejaron a todos en silencio, aunque su culpabilidad era evidente, intentaron defenderse.
-¡Claro que sí!
Raquel dejó escapar una risa amarga. En su vida pasada, había confiado en que volverían y llamó a todos, pero nadie respondió. Al intentar hacerlo, el ladrón la descubrió y casi la mató.
Más tarde se enteró de que esa noche estaban con Felisa, disfrutando de fuegos artificiales. Así que esta vez, no necesitó a nadie.
Ciro miraba su semblante sereno y sintió un nudo en el estómago. Ella había cambiado. Antes, en una situación así, habría llorado y se habría quejado de que nadie regresó. Pero ahora, parecía como si todo eso no le importara.
Justo cuando iba a hablar, Sergio notó las maletas esparcidas por el suelo.
-¿Por qué has empacado tanto? ¿A dónde planeas ir?
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