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Capítulo 20
Tres días después, un gran escándalo sacudió a Maristela. La familia Lacayo tomó la dificil decisión de enviar a su hija mayor, Felisa, a la cárcel. Gonzalo y Vanesa, al tomar esta decisión, sintieron una inmensa lucha interna. Al ver cómo la policía se llevaba a Felisa, Vanesa no pudo evitar romper en llanto, mientras que Gonzalo, con una expresión de profunda pena, reflejaba en sus ojos una mezcla de impotencia y decisión. En el pasado, habían colmado a Felisa de amor y atenciones, sin imaginar jamás que ella tomaría un camino sin retorno.
Cuando Raquel se enteró de la noticia, una mezcla de emociones invadió su corazón. Sin embargo, fue solo un instante, porque desde el momento en que decidió alejarse de la familia Lacayo y de Ciro, había resuelto no tener más lazos con ellos.
Por otro lado, los Velásquez y Eduardo, tras salir del hospital, comenzaron a recuperarse paulatinamente. Un día, Eduardo, con un aire de misterio, le dijo a Raquel que quería llevarla a un lugar especial.
Raquel, llena de curiosidad, lo siguió hasta llegar a un jardín que parecía salido de un sueño. El jardín estaba lleno de flores, con un camino de pétalos que conducía a un escenario adornado con luces de colores y globos. Por todas partes había lirios, las flores favoritas de Raquel, y el aroma suave de las flores impregnaba el aire.
Raquel, sorprendida por todo lo que veía, apenas podía reaccionar cuando la música comenzó a sonar suavemente. Eduardo se acercó a ella, se arrodilló sobre una rodilla y, con un ramo de rosas rojas, le declaró su amor.
-Raquel, desde el momento en que nos conocimos, mi mundo cambió por completo. Eres la luz más brillante de mi vida. Te amo y quiero pasar el resto de mi vida cuidándote. ¿Quieres estar conmigo?
Raquel, mirando a los ojos sinceros de Eduardo, sintió el profundo amor que él le profesaba. Justo cuando iba a responder, un sonido de pasos apresurados rompió la atmósfera romántica. Todos se voltearon para ver a Ciro, quien llegó corriendo, visiblemente agitado.
Con una mezcla de urgencia y desconsuelo en su mirada, Ciro se paró frente a Raquel y Eduardo. Con la voz temblorosa, le habló a Raquel:
-Raquel, te pido que no le respondas. Sé que cometí muchos errores y te lastimé, pero he estado esforzándome por cambiar. Me di cuenta de que no puedo estar sin ti, mi amor por ti nunca ha cambiado. Dame una oportunidad para enmendar mis errores.
El ambiente se tornó tenso de inmediato. Eduardo se levantó, protegiendo a Raquel detrás de él, y miró a Ciro con desconfianza.
-Ciro, Raquel ahora es feliz. No la vuelvas a molestar. Lo que hiciste en el pasado le causó demasiado dolor.
Raquel, enfrentándose a los dos hombres, sintió una tormenta de emociones. Su mente viajó al pasado, recordando cómo había amado a Ciro y cómo había dado todo por él, solo para recibir heridas y traiciones. Esos recuerdos dolorosos volvieron a inundar su corazón, causándole una punzada de dolor.
Sin embargo, también vio el cambio en Ciro en ese tiempo. Él había intentado compensar sus errores, sinceramente deseaba recuperar su confianza. Por otro lado, Eduardo había estado a su lado en sus momentos más difíciles, demostrando con acciones lo que era el verdadero amor y cuidado.
Raquel respiró profundamente, tratando de calmarse. Miró a Ciro, sus ojos reflejando una emoción compleja:
-Ciro, lo que pasó me hirió profundamente. Me costó mucho superar ese dolor. Eduardo me ha dado una felicidad y seguridad que nunca había sentido.
Ciro, con una chispa de desesperación en su mirada, insistió:
-Raquel, sé que te decepcioné. Pero te prometo que ahora te amaré con todo mi ser y no volveré a lastimarte.
La decisión estaba en manos de Raquel, quien debía elegir entre el pasado y el presente, entre el arrepentimiento y la nueva oportunidad de ser feliz.
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