Capítulo 19
Cuando los rescatistas llegaron al lugar, el caos era evidente. Todos se habían agrupado alrededor de Raquel, protegiéndola. Ella estaba en el centro del grupo, con las heridas más leves. Alrededor de ella estaban los Lacayo y Ciro. Los más afectados eran Fabio, Antonía y Eduardo, quienes habían protegido a Raquel con todas sus fuerzas.
Raquel los abrazaba a todos, llorando con una desesperación desgarradora.
-Padrino, madrina, Eduardo, despierten! -clamaba entre sollozos.
El grupo fue trasladado rápidamente al hospital. Fabio, Antonia y Eduardo sufrían hemorragias severas y necesitaban transfusiones de sangre de inmediato.
Raquel se ofreció de inmediato, pero su tipo de sangre no coincidía. Viendo su angustia, Ciro dio un paso adelante.
-Yo tengo el mismo tipo de sangre que Eduardo -dijo con pesar.
Gonzalo, Vanesa y Sergio también se unieron.
-Nosotros tenemos el mismo tipo de sangre que el señor y la señora Velásquez.
Mientras los Lacayo y Ciro donaban su sangre, observando cómo sus vidas se escurrían en bolsas de transfusión, sus corazones estaban llenos de sentimientos encontrados. Raquel, por su parte, permanecía cerca, sin apartar la vista de la puerta de la sala de emergencias donde los Velásquez habían sido llevados, completamente ajena a los sacrificios de los Lacayo y Ciro.
Gonzalo miró la espalda de Raquel y sintió que el dolor en su brazo no era nada comparado con la amargura en su corazón. Recordó cuando, años atrás, Felisa estuvo enferma y él esperó con ansiedad a su lado, mientras Raquel lloraba en silencio sin recibir ni una mirada de consuelo de su parte. Ahora, con los roles invertidos, comprendía perfectamente lo que significaba ser ignorado.
Vanesa, con lágrimas acumulándose en sus ojos, recordó cómo solía preparar regalos para Felisa, sin percatarse de las miradas anhelantes de Raquel. Ahora veía cómo Raquel la ignoraba y el arrepentimiento la invadía.
Sergio, con el ceño fruncido, se sumía en la culpa. Recordaba cómo, en el pasado, ayudó a Felisa a molestar a Raquel. Esas imágenes pasaban como un torbellino por su mente. La indiferencia de Raquel hacia ellos era como un cuchillo que le laceraba el corazón.
Ciro, con expresión sería, reflexionaba sobre el daño que le había hecho a Raquel y se sentía lleno de remordimiento. Deseaba que Raquel volteara a verlo, aunque fuera solo una vez, pero ella estaba completamente enfocada en los Velásquez. Todos entendieron que tal vez esto era una jugada del destino, una retribución por haber ignorado a Raquel en el pasado.
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Finalmente, la puerta de la sala de emergencias se abrió y el médico salió para informar que la cirugía había sido un éxito y que los Velásquez estaban fuera de peligro. Raquel, llorando de alegría, se abalanzó hacia el médico, agradeciéndole sin cesar.
Los Lacayo y Ciro suspiraron de alivio al escuchar la noticia. Se acercaron, esperando compartir la alegría con Raquel, pero ella se dio la vuelta y siguió a la enfermera hacia la habitación, sin dedicarles ni una mirada.
Dentro del cuarto, Raquel se dedicó a cuidar con esmero a los Velásquez. Cuando Eduardo despertó y vio los ojos hinchados de Raquel, la abrazó con ternura.
En los brazos de Eduardo, Raquel sintió cómo su preocupación se desvanecía poco a
poco.
Mientras tanto, los Lacayo y Ciro permanecían afuera, observando con tristeza la cercanía de Raquel con los Velásquez. Vanesa no pudo evitar romper en llanto.
-¿Qué tenemos que hacer para que Raquel nos perdone? -se lamentó.
Gonzalo y Sergio guardaron silencio, conscientes de que ganarse el perdón de Raquel no
sería tarea fácil.
Sin embargo, no podían perderse en lamentos, ya que tenían algo más importante que atender.
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