Capítulo 15
Al decir eso, abrió la puerta.
-Entra, descansa un poco adentro.
Todos se alegraron mucho y rápidamente ayudaron a Vanesa a entrar en la casa,
Después de darle un poco de agua con azúcar, Vanesa finalmente despertó lentamente.
Miró a su alrededor y lo primero que hizo fue agarrar con fuerza la mano de Raquel, -Raquel, por fin nos dejaste entrar, ¿nos has perdonado?
Raquel retiró su mano de golpe.
-No, no los he perdonado.
-Los dejé entrar solo porque no quería que murieran frente a mi puerta.
Los ojos de Vanesa se apagaron de repente, y Gonzalo y Sergio también bajaron la cabeza.
Ciro, en cambio, levantó la mirada con ojos enrojecidos.
-Raquel, sé que el daño que te hice fue muy grande, y es natural que no me perdones, pero no me rendiré. Esperaré en esta isla el día en que me perdones.
Raquel lo miró fijamente.
-Tío, ¿no te parece absurdo decir eso? Eres el heredero de la familia Gómez, ¿vas a dejar todo solo para quedarte conmigo en esta isla?
-¡Sí!
Ella pensó que eso haría que Ciro retrocediera, pero recibió una respuesta firme e inmediata.
Inmediatamente después, Gonzalo, Vanesa y Sergio también se levantaron.
-Nosotros también, Raquel. No queremos nada más, solo que nos perdones y vuelvas con nosotros a la familia Lacayo,
Raquel negó con la cabeza.
-No puedo volver con ustedes. Si quieren quedarse aquí, háganlo, pero yo ya decidi irme. Cuando llegó a esta isla, fue para aislarse del mundo y romper todos los lazos,
Pero ahora, había encontrado su salvación con sus padres adoptivos y Eduardo,
Ayer, Eduardo le dijo que había asuntos familiares que necesitaba atender y que debia regresar, y quería llevarla con él.
Capitulo 15
Al principio, Raquel dudó, pero luego Eduardo le dijo que si no regresaba, ellos tampoco se irían.
Al ver que estaban dispuestos a dejarlo todo por ella, sonrió.
Ir a algún lugar no era lo importante, lo importante era estar con las personas que quería. Así que decidió irse de la isla con los Velásquez.
Al escuchar la decisión de Raquel, Ciro se sintió muy incómodo.
No podía creer que solo por una palabra de Eduardo, Raquel estuviera dispuesta a irse.
Y ellos, después de esperar afuera durante tres días y noches, no pudieron obtener ni un momento de su perdón.
Fue en ese momento que sintió un dolor agudo en el corazón.
Empezó a darse cuenta de que Raquel quizá nunca sería suya.
Pero no quería aceptar ese hecho, así que rápidamente dijo:
-Raquel, donde estés, allí estaremos.
Tres días después, Raquel se fue de la isla con Fabio, Antonia y Eduardo.
Justo detrás de ellos, estaban los Lacayo y Ciro.
Al bajar del avión, Raquel subió al carro de la familia Velásquez.
Los Lacayo y Ciro intentaron seguirlos, pero Eduardo los detuvo.
-Lo siento, esta es una propiedad privada, no pueden pasar.
También sintieron que no era apropiado, y más aún porque no habían descansado en días. No tenían fuerzas ni para intentar agradar a Raquel.
Pensando que habría muchas oportunidades en el futuro, decidieron no insistir esta vez.
Por lo que había escuchado de los Velásquez en esos días, Raquel sabía que eran una familia muy adinerada.
Pero al entrar, se quedó asombrada.
Pensaba que la familia Lacayo y la familia Gómez ya eran de las más ricas, pero nunca imaginó que la familia Velásquez vivía en un castillo.
No pudo evitar quedar impresionada por el lujo que la rodeaba. El techo alto, las majestuosas lámparas de cristal, los murales exquisitos y las antigüedades invaluables, todo reflejaba la enorme riqueza y el estatus elevado de la familia Velásquez.
Fabio le sonrió a Raquél.
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-Raquel, de ahora en adelante, esta es tu casa. No te sientas cohibida, considérala tu
hogar.
Antonia, con amabilidad, la tomó de la mano y le mostró las habitaciones. Eduardo la seguía en todo momento, con una mirada llena de ternura y cariño.
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