Capítulo 13 

Gonzalo y Sergio se acercaron con ojos llenos de culpa y emoción. 

Ciro se mantenía a un lado, observando a Raquel en silencio. Tenía tantas cosas que decir, pero no sabía por dónde empezar. Sabía que era su culpa que ella hubiera sufrido tanto, y temía que acercarse de nuevo solo le causara más dolor. 

Raquel frunció el ceño, sin entender por qué este grupo de personas había cambiado tan repentinamente. Con una expresión distante, empujó a quienes estaban frente a ella y dijo: 

-¿No se habrán confundido de persona? Por favor, fíjense bien. Soy Raquel, no Felisa, a quien tanto quieren. 

Al escuchar esto, todos sintieron un dolor desgarrador en el corazón. 

Sergio ya no pudo contenerse. Tomó su mano y le explicó todo. Le contó que ya sabían de las acciones de Felisa durante todos esos años, de los sufrimientos que ella había soportado y que habían comprendido que quien merecía su amor y cuidado no era Felisa, sino Raquel, la que siempre los había querido de verdad. 

Sergio habló con tanto arrepentimiento que sus ojos se llenaron de lágrimas, pero Raquel solo los miró con frialdad. 

-Así que, ahora que conocen la verdadera cara de Felisa, ¿quieren recuperarme como su hija? ¿No creen que ya es demasiado tarde? 

Vanesa, al escuchar esto, rompió en llanto y dio un paso adelante, tratando de tomar la mano de Raquel: 

-Raquel, me equivoqué, en serio sé que me equivoqué. Eres mi hija, no puedo perderte. 

Raquel esquivó la mano de Vanesa y negó con la cabeza. 

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-Todo ha cambiado. Aquí he encontrado una nueva vida y nueva familia. 

Gonzalo abrió los ojos con incredulidad y preguntó: 

-¿Nueva familia? Raquel, ¿qué quieres decir? 

Con un rostro sereno, Raquel respondió: 

-Hace unos días, en la orilla de la isla, salvé a una pareja y a un sujeto, una familia. Para agradecerme por salvarles la vida, me hicieron su ahijada y hermana. Estos días me han tratado como a su hija, dándome un cariño y calidez que nunca había sentido. 

El corazón de Ciro se encogió de golpe. 

-Raquel, ni siquiera sabes quiénes son. ¿Cómo puedes involucrarte con ellos tan 

fácilmente? Por favor, ven conmigo, la boda se celebrará pronto. Antes me equivoqué, no 

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supe distinguir. Perdóname. 

Raquel lo miró con una mirada cortante. 

-¿De verdad crees que todo se soluciona con una disculpa? Antes anhelaba tu amor, pero solo recibí daño. Ahora ya no lo necesito. No quiero boda, no te quiero a tí. 

Vanesa, llorando, se adelantó de nuevo: 

-Raquel, sé que me equivoqué. Prometo compensarte. Regresa con nosotros, ¿sí? 

Raquel negó con suavidad. 

-Vayan. Estoy bien aquí. Mi nueva familia me ha mostrado lo que es el verdadero cariño. 

Gonzalo, con el ceño arrugado y lleno de arrepentimiento, dijo: 

-Raquel, también me equivoqué. Felisa me cegó y no vi cómo te sentías. ¿Puedes darme otra oportunidad? 

Raquel lo miró, sintiendo una mezcla de emociones. Antes, había deseado tanto escuchar esas palabras de su padre, pero ahora, parecía demasiado tarde. 

-Algunos daños, una vez hechos, no se pueden reparar. Solo quiero vivir en paz ahora. 

Sergio también se acercó. 

-Raquel, sé que antes no te traté bien. No debí ayudar a Felisa a hacerte daño. Regresa con nosotros, te trataré mejor de ahora en adelante. 

Raquel volvió a negar con la cabeza. 

-Lo pasado, pasado está. He comenzado una nueva vida y no quiero volver atrás. 

Ciro, sin querer aceptar perder a Raquel, insistió: 

-Raquel, sé que me equivoqué terriblemente. Pero te amo, eso nunca ha cambiado. Daría mi vida para compensarte, solo dame una oportunidad. 

Raquel soltó una risa burlona. 

-Tu amor es muy barato, tío. Lo que llamas amor solo era para usarme y proteger a Felisa. Ahora lo veo todo claro. 

Los Lacayo, al escuchar las palabras de Raquel, bajaron la cabeza avergonzados. Sabían que ganar el perdón de Raquel no sería fácil. 

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