Capítulo 10
-¡Todos han sido engañados por la señorita Felisal–exclamó la empleada con voz
firme.
-Señor y señora, cada vez que sufren de insomnio o dolor de cabeza, el aroma que les alivia lo prepara la señorita Raquel con sus propias manos. La señorita Felisa solo se ha llevado el crédito.
-Señor Sergio, durante el terremoto de hace unos años, fue la señorita Raquel quien, sin temor, lo sacó de los escombros a cuestas. La señorita Felisa se atribuyó ese acto heroico.
-Y aquella vez en el jardin, cuando alguien bailaba, en realidad era la señorita Raquel. Pero la señorita Felisa se lo adjudicó ante el señor Gómez, engañándolo a propósito.
Las revelaciones de la empleada resonaron como bombes en la habitación del hospital.
Los Lacayo y Ciro se quedaron petrificados, con rostros llenos de asombro y arrepentimiento.
No podían concebir que la verdad fuera tan cruel.
El rostro de Felisa empalideció, como si la sangre hubiera huido de su cara. Con desesperación, miró a la empleada y gritó con voz desgarradora:
-Vieja loca, ¿qué tonterías estás diciendo?! No es cierto, yo no menti, todo eso lo hice
- yo.
La empleada esbozó una amarga sonrisa.
-Señorita Felisa, en el fondo, usted sabe la verdad. La señorita Raquel nunca ha recibido amor, ni de sus padres, ni de su hermano, ni siquiera de su prometido… Pero todos los que trabajamos aquí hemos visto cómo ella trata a los demás.
-Una vez le pregunté por qué no contaba la verdad. Me respondió: ¿Y de qué serviria? Nadie me creería. Todos aman a Felisa; nadie me ama a mí, Raquel‘.
-Dijo que a veces deseaba no haber nacido.
Esa confesión casi hizo tambalear a los Lacayo y a Ciro.
Felisa ya no podía soportar más. Se levantó de un salto y comenzó a insultar a la empleada:
-Vieja bruja, retorciendo la verdad! Seguro Raquel te pagó para que inventaras todo esto. La empleada suspiró, sin perder la calma.
-Señorita Felisa, usted recibe un millón de pesos cada mes para sus gastos. La señorita
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Raquel, apenas seiscientos. ¿De dónde sacaría dinero para sobornarme? Llevo años con la familia Lacayo y no puedo seguir viendo cómo maltrata así a la señorita Raquel.
El impacto de las palabras de la empleada sacudió aún más a los presentes.
Ciro, temblando, preguntó:
Solo le dan seiscientos pesos al mes a Raquel?
Gonzalo y Vanesa intercambiaron miradas, sus voces quebradas:
No… no le damos nada. Solo cuando nos acordamos, le damos unos cientos.
Però esos momentos eran escasos. La mayor parte del tiempo, su atención estaba
centrada en Felisa.
Sergio también estaba pálido.
De repente, recordó la ropa desgastada de Raquel, sus zapatos viejos, y las veces que la habia visto trabajando en empleos temporales para subsistir.
¿Qué habia hecho el entonces?
La habia regañado.
La reprendió por rebajarse a hacer trabajos indignos, preguntándole si la familia Lacayo no le daba suficiente dinero.
Raquel no decía nada, solo bajaba la cabeza, pero sus ojos se llenaban de lágrimas.
Ahora entendia que no recibía dinero.
Además, por tener que estar siempre disponible para donar sangre a Felisa, no podía tener una vida social ni un trabajo normal.
Su mente zumbaba con una mezcla de emociones que lo dejaban sin aliento.
Felisa, viendo que no podía ganar el debate, se lanzó hacia ellos.
-Papá, mamá, hermano, tio, yo soy su verdadera hija, su hermana de sangre. ¿Cómo pueden dudar de mi por las palabras de una empleada?
Antes, eso hubiera sido impensable.
Pero, hace tan solo diez minutos…
Habían escuchado con sus propios oidos su llamada telefónica.
Ella se jactaba de cómo se había lastimado a propósito para deshacerse de Raquel.
Gonzalo, Vanesa y Sergio la apartaron por primera vez, sus ojos llenos de decepción.
Ciro, con el rostro endurecido de rabia, hizo una llamada:
¡Quiero que investigues algunas cosas!
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Capitulo 10
En ese momento, Felisa cayó al suelo.
Sabía que había llegado su fin.
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