Capítulo 35
La mirada de Esther se volvió distante en un instante y su voz salió tan cortante como el filo de un machete.
-Pregúntale cómo piensa Nere organizar todo. Que me devuelva la llamada en cuanto pueda.
No le dio oportunidad a Marta de decir una palabra más. Esther colgó el celular sin titubear.
Lía llegó justo después, trayendo la ropa de Esther y, de paso, un chisme fresco.
-El señor Cuevas pidió hoy a Francisco que contrate a una ama de llaves. Dijo que así podrían ayudarle a cuidar de usted, porque Francisco, siendo hombre, hay muchas cosas. que no puede atender.
Esther apenas esbozó una sonrisa. Ramón no era de los que disfrutan tenerla en casa todo el tiempo, así que resultaba extraño que ahora quisiera ponerle una ama de llaves para acomodarle la vida.
-¿Se apellida Montes, verdad?
Lía asintió con brillo de admiración en los ojos.
-Así es, señora Córdoba. ¡Qué bárbara, usted sí que lo adivinó!
Esther la miró, y ese título de “señora Córdoba” que antes le parecía tan elegante, ahora le sonaba áspero, como una piedra en el zapato.
-De ahora en adelante dime señorita Lagos.
Mientras tanto, en el otro lado, Pablo entró al cuarto donde estaba Marta y traía unas
pastillas en la mano.
-Tómate esto y acompáñalo con agua.
Se quedó observando, esperando a que Marta se tomara la medicina. Ella obedeció sin chistar, aunque no podía evitar mirar de reojo el celular sobre la mesa.
No le había contado a Pablo que Esther la había llamado. De hecho, hasta borró el registro de llamadas para que nadie se enterara.
-De ahora en adelante, no andes diciendo tu nombre a cualquiera cuando salgas.
Pablo no quería volver a ver el caos de esa tarde, con toda esa multitud rodeándolos.
-Perdón, Pablo. No quise armar alboroto, pero es que los fans son muy apasionados.
Marta trató de sonar tranquila, aunque por dentro la carcomía la culpa. Sin embargo, nunca se permitía perder el control frente a Pablo. Siempre sabía hasta dónde llegar.
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En eso, el celular de Pablo empezó a sonar. Era una llamada del viejo.
Él miró a Marta, luego salió al balcón para contestar, asegurándose de que ella no pudiera escuchar.
-¿Ya diste con Esther?
El viejo seguía tan inquieto como siempre. Pablo contestó con calma.
-Ya la encontré. Está conmigo.
-Perfecto. Esta noche regresen a casa a cenar. Y tráete a Esther.
-Está bien–respondió Pablo sin dudar.
Regresó a la habitación. Marta tenía los ojos enrojecidos, y las lágrimas le caían silentes por las mejillas.
Pablo frunció el ceño, preocupado.
-¿Te duele algo? ¿Qué pasa?
-No es nada, Pablo. ¿Fue Esther la que te llamó? No te preocupes por mí. Estoy bien, de verdad. Los fans solo me querían saludar, no pasó nada grave. Si Esther te necesita, anda, puedes irte tranquilo.
Sus ojos grandes, llenos de lágrimas, relucían como sí el dolor le brotara del alma. Cada gota que caía parecía pesar el doble.
Pablo sintió una molestia interna, aunque no supo si era cansancio o impotencia. Él sabía que la enfermedad de Marta no era algo pasajero; la depresión y el desorden de su vida se habían ido acumulando desde hacía años. Desde que supo del matrimonio de Pablo con Esther, su ánimo se fue al suelo y nunca logró levantarse del todo.
Ese desgaste emocional la había llevado a enfermarse de gravedad.
Pablo se acercó, decidido.
-Nere está en la casa. Voy a ver cómo están allá.
No le dijo a Marta que la llamada era del viejo y no de Esther.
El viejo ya le había dejado claro que quería que Marta se fuera de la casa, pero también fue él quien se las ingenió para salvarle la vida cuando cayó enferma. Pablo lo sabía: Marta no era como Esther, que siempre tomaba las cosas con madurez. Si llegaba a armar un escándalo, el viejo no se tentaría el corazón para deshacerse de ella.
Marta tenía esa costumbre de retroceder para tomar impulso. Pablo lo veía. Sabía que, en parte, era responsable de su enfermedad y por eso sentía que debía ayudarla a sanar. Después, ya verían qué hacer con el resto.
Los ojos de Marta eran como lagos, llenos de brillo y pena.
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¿De verdad era Esther la que llamá? ¿Te dijo algo más?
Acababa de borrar el registro de llamadas para que Pablo no encontrada (stro 99 $4
fuera de su lado.
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