Capítulo 33
El carro avanzó durante un buen rato antes de que Pablo por fin se diera cuenta.
-¿Dónde está Nerea?
Marta ya lo había notado, pero prefirió no decirle nada a Pablo antes.
El semblante de Pablo se ensombreció, el alboroto de hace un momento lo había dejado tan alterado que solo pensó en sacar a Marta de ahí, sin considerar que había dejado a
Nerea atrás.
-¿Y si Nerea todavía está en el restaurante? ¡Dios mio! Todo es mi culpa, si no fuera por mí, Nerea no se habría perdido.
Marta rompió en llanto, el cuerpo le temblaba.
Pablo, con el ceño fruncido, comentó:
-Que el chofer te lleve a casa, yo regreso a buscar a Nerea.
-Yo también voy, Nerea está desaparecida por mi culpa…
La voz de Marta se quebró entre sollozos y culpa, a punto de no poder articular palabra, pero Pablo cortó seco:
-No fue tu culpa.
Cambió de carro a medio camino y regresó al restaurante. El lugar ya estaba vacío, no había ni rastro de Nerea.
Buscó al gerente y le pidió revisar las cámaras de seguridad. Al ver las imágenes, Pablo vío cómo Nerea casi terminaba pisoteada por la multitud; por suerte, Esther apareció justo a tiempo.
La imagen se detuvo en el momento en que Esther se llevaba a Nerea, Pablo, sin pensarlo dos veces, sacó su celular y marcó.
Esther había llevado a su hija a la casa de Pablo. Por un momento pensó en llevarla con su padre, pero después de dudar, decidió mejor regresarla a la casa de Pablo.
Últimamente, Nerea se había acercado mucho a Marta. Por la forma en que la niña actuaba, parecía que prefería estar con Marta. Esther temía que, si la llevaba a su propia casa, Nerea se rehusara.
Al final, nadie conoce el carácter de su hija como ella misma.
-Mami, ¿puedes llamarle a mi papá?
Tras el susto, Nerea aún no se reponía del todo. Cuando por fin se tranquilizó y vio que
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Capitulo 33
estaba otra vez en casa, la tristeza la invadió.
No quería quedarse sola con su mamá. Lo único que deseaba era ir a buscar a la señorita
Marta.
Justo en ese momento sonó el celular. Era Pablo. Esther, al ver el nombre en la pantalla, supo perfectamente que la llamaba por lo de Nerea.
-¿Si?-contestó, acercando el celular al oído.
La voz de Pablo llegó tensa:
-¿Por qué te llevaste a Nerea sin avisar? ¿Sabes lo preocupado que estuve cuando noté que no estaba?
El corazón de Esther dio un vuelco. Había intentado llamarle, le mandó mensajes, pero ni contestó ni los leyó.
Si no hubiera estado ahí, Nerea quién sabe qué habría sufrido.
Antes, Esther se habría sentido dolida, tal vez le habría explicado todo o incluso discutido
con él.
Pero desde que leyó los mensajes de Marta en el celular de Pablo, todo cambió. Ahora, Pablo le parecía un gran actor, capaz de fingir cualquier papel frente a ella. Para Esther, ya nada de lo que él dijera sonaba auténtico.
-Nere, tu papá quiere hablar contigo.
Le pasó el celular a la niña, sin molestarse ya en responderle a Pablo.
Si Nerea quería irse con Marta, seguro Pablo la recogería o mandaría a alguien a buscarla.
Después de todo, Nerea era parte de ella, su propia hija. No la iba a rechazar solo porque ahora prefería estar con Marta. Los niños siempre buscan a quien les da cariño.
Que Nerea no la quisiera tanto, no significaba que Esther dejara de quererla.
Si su hija era más feliz estando junto a Marta, mientras estuviera sana y segura, a Esther no le importaba que no estuviera a su lado.
No es que fuera insensible, lo que pasa es que no tenía el carisma de Marta, esa capacidad para ganarse a todos, incluso a los hijos ajenos.
Marta se desvivía por Pablo, hacía hasta lo imposible por él.
En cambio, Esther solo sabía amar a su manera: apoyarlo desde las sombras, ayudarlo en lo que pudiera, incluso arriesgando todo por él. Pero nunca supo cómo consolarlo, ni cómo ser dulce; ella solo era así.
Nerea tomó el celular, lanzando una mirada a Esther.
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Capítulo 33
Claro que se había alegrado de que su mami la salvara, y también de saber que seguía viva.
Pero…
Ahora que mami había vuelto, ¿su papá la obligaría a quedarse con ella?
No quería estar sola con mami, porque ella solo se preocupaba por sus estudios, la obligaba a tomar clases de violín, a pintar, y ni siquiera podía comer lo que le antojaba. Es cierto que mami siempre la llevaba al cine y le contaba historias en la noche, pero también era estricta con la hora de dormir.
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