Capítulo 17
Pablo no volvió a encender su celular hasta el día siguiente..
Tenía más de diez llamadas perdidas, todas del número de la comisaría.
-¿Con el señor Córdoba?
La voz al otro lado sonaba seria. Pablo respondió, con tono distante:
-¿Qué sucede?
-Hoy en la madrugada, en la Calle San Antonio, encontramos el cuerpo de una mujer. Su número de identificación es…
El policía recitó una larga serie de números. Con cada cifra, Pablo sentía que el corazón se le encogía un poco más.
-La fallecida es Esther. Encontramos el cadáver congelado dentro de un Ferrari. Además, la víctima fue agredida sexualmente y desfigurada antes de morir. Señor Córdoba, prepárese para lo peor. Necesitamos que venga a la comisaría para identificarla.
Cuando el policía terminó de hablar, Pablo sintió que la sangre se le helaba en las venas.
Ferrari, número de identificación, Esther.
-No… puede… ser.
Negó de inmediato. Esther no era tan imprudente como para salir en medio de la nevada, ni aunque el policía hubiera dicho su nombre y la marca del carro coincidiera.
Pero no podía creerlo.
No contestó de inmediato. Colgó y marcó al celular de Esther.
Anoche, Esther lo había llamado más de diez veces, pero él tenía el celular apagado.
¿Acaso, en ese momento, ella trataba de pedirle ayuda?
El corazón de Pablo latía tan fuerte que parecía querer romperle el pecho. Todo se le nubló, como si la nieve hubiera cubierto su visión. Después, un zumbido le invadió los oídos. Escuchaba la voz de Marta a su lado, pero era incapaz de ubicar de dónde venía.
Se quedó ahí, paralizado, sintiendo un frío que lo atravesaba por completo.
-¿Pablo?
Marta, que había dormido tranquila toda la noche, lo miró preocupada.
-¿Es Esther? No te preocupes por mí, ve a ver qué pasa.
Anoche, ella había cuchicheado con Nerea y, aprovechando un descuido de la enfermera,
se metió en la boca un poco de agua mezclada con jarabe de fresa. Frente a la cuidadora,
1/3
16:01
fingió escupir sangre.
Después, Nerea llamó a Pablo, sabiendo que la situación con Esther se pondría tensa.
Pero Marta contaba con Nerea.
Pablo, con el celular entre las manos, no lograba reaccionar. Marcó varias veces, pero el número de Esther ya lo había bloqueado.
Él se negaba a aceptar la idea de que Esther estuviera muerta.
Apenas la noche anterior habían discutido por Marta. ¿Cómo podía alguien tan llena de vida desaparecer de un momento a otro?
-Voy a la comisaría.
Recuperó un poco la compostura.
Marta no entendía nada.
La voz de Pablo temblaba, y al tomar las llaves del carro, la mano le vibraba sin control.
-Dijeron que encontraron el cuerpo de una mujer… y que podría ser Esther…
Aeropuerto Internacional Nueva Arcadia
Apenas bajó del avión, Esther vio un Rolls Royce esperándola.
En el asiento trasero, un hombre de porte impecable vestía un saco azul marino que acentuaba su aire enigmático y su autoridad natural.
Alveria, los rasgos severos de su cara se suavizaron de inmediato.
Él bajó personalmente a recibirla. Al encontrarse, Esther sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
-Primo!
-Me habías dicho que venías pasado mañana, y de la nada me avisas que ya llegaste. Vaya susto que me diste.
Victor Rivas le indicó al chofer que guardara el equipaje de Esther en la cajuela y se sentó junto a ella en la parte trasera.
-¿Esta es la última pieza de la colección de tía?
Victor le acercó una obra de arte a Esther, que estaba a punto de salir a subasta. Al ver la pintura de paisajes en el catálogo, las lágrimas de Esther brotaron de inmediato.
En la esquina inferior derecha de la pintura, el sello llevaba el nombre de su madre:
Valeria.
Esther acarició el catálogo como si pudiera hablar con su madre a través del papel.
16:01
Capítulo 17
Al verla tan abrumada por la tristeza, Víctor no resistió y le acarició la espalda, tratando de consolarla.
-Ella ya descansa, no te lastimes más. Lo único que puedo hacer es esto.
Valeria Lagos amó la pintura en vida. Pero tras su muerte, el padre de Esther, Ramón, había entregado todas sus obras favoritas a una casa de subastas, dispersándolas por todo el país.
Desde entonces, Esther no volvió a la casa de su padre. Incluso cambió su apellido por el de su madre. La relación con Ramón era tan tensa que solo faltaba publicar en el periódico que ya no eran padre e hija.