Capítulo 16
En medio de la noche, una mancha roja resaltaba bajo la luz del farol entre el blanco abrumador de la nieve.
Esther tenía la cabeza llena de preocupaciones por su hija, sin darse cuenta de que la nevada afuera caía cada vez más fuerte.
Sentada dentro del carro, sentía cómo el frío le calaba hasta los huesos. Sacó su celular y marcó a Pablo.
En la quietud absoluta, con ese clima tan gélido y la hora tan avanzada, no se veía ni una
sombra en la calle.
El tanque de gasolina estaba casi vacío, y aún faltaban varias horas para que amaneciera. Aunque su ropa era gruesa, no le iba a aguantar mucho más; sin calefacción, podría morir congelada.
El celular no paraba de sonar dentro del carro de Pablo; en la pantalla, el nombre “Esther” brillaba insistentemente.
Pablo le echó un vistazo rápido. No era su hija quien lo buscaba, así que no contestó.
Marta había vomitado sangre. Acababa de salir de una cirugía que, según todos, había sido un éxito. ¿Por qué habría vomitado sangre?
En ese momento, Pablo no tenía cabeza para platicar con Esther sobre sus asuntos personales. Tenía que salvar a Marta.
Así como en su momento, Marta arriesgó todo por salvarlo a él.
Esther seguía marcando el número de Pablo una y otra vez. Quería llamarlo de regreso, que la recogiera y juntos fueran a la Avenida de los Pinos a ver a su hija.
Si algo había pasado de verdad, podría llevarse a la niña de vuelta consigo.
Pero daba igual cuántas veces intentara, nadie contestaba al otro lado.
El frío dentro del carro se volvía insoportable; en unos diez minutos más, sentía que iba a quedar completamente entumida.
Sin opciones, Esther tuvo que dejar el carro varado a un costado de la calle y salir por su
cuenta.
Toda la calle estaba cubierta de nieve. Cada paso le costaba esfuerzo y dejaba huellas profundas a su paso. Mientras avanzaba, seguía marcando con el celular, desafiando el viento y la tormenta.
Las manos se le pusieron tan entumidas que apenas podía sostener el celular, pero de todos modos, no conseguía que nadie atendiera.
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Capitulo 16
Pablo llegó a toda prisa a la Avenida de los Pinos
El carro negro se metió al patio, y apenas lo vieron llegar, los empleados salieron rápido a abrirle la puerta.
-Señor, la señora ha vomitado mucha sangre.
Pablo no notó que el empleado habia pasado de llamar a Marta “señorita Barahona” a referirse a ella como “señora“. Subió las escaleras casi de tres en tres.
La cuidadora estaba en plena limpieza de la sangre y cambiando las sábanas.
-Marta-
Dentro del cuarto, Marta tomaba un poco de alimento líquido. Nerea le acercó un dibujo recien hecho, con una gran sonrisa en el rostro.
-Señora Barahona, mire, aquí están usted y papá, y esta soy yo. Pinte cuando fuimos juntos al parque de diversiones.
Marta apenas pudo esbozar una sonrisa débil.
El desastre que Pablo temía no había sucedido, y eso le permitió soltar un poco la
tensión.
Por un momento, pensó que algo grave le había pasado a Marta.
-Señor Córdoba, la señorita Barahona solo vomito un poco de sangre. Ya le pusimos swero y está estabilizada, no hay peligro.
Pablo se acercó a la cama. Marta, con el rostro pálido, le dedicó una sonrisa cansada.
-Estoy bien, no tienes por que preocuparte.
Su voz apenas era un susurro, y Pablo solo logró entenderla leyendo el movimiento de sus labios.
-Papa, ya no te vayas otra vez. Si le pasa algo a la señorita Marta, ¿qué vamos a hacer?
Nerea se aferro a Pablo, temerosa de que se marchera de nuevo.
Pablo le acarició la cabeza y contestó con calima:
-Tranquila, papa se va a quedar contigo y con la señora Barahona.
-Pero si mama llama, tampoco le contestes, ¿eh?
A Nerea le daba miedo que Esther convencera a Pablo de irse otra vez. Pablo, com ell pulgat, acarició el celular y al final decidió apagario.
-Estä bien, no voy a contestar.